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Lionel Messi, ante su definitiva oportunidad de ganar el Mundial
A sus 35 años, el mejor futbolista del planeta y figura de Argentina se enfrenta a su gran desafío.
Messi no quiere dejar pasar lo que el destino, supuestamente, le tiene prometido desde que es Messi. No quiere ser un Messi que quede en deuda con las expectativas de sus millones de fieles: nada de quedar en la historia como un Messi sin Mundial, eso sería como un dios sin Olimpo. Y eso no está en sus planes. Para que Messi mute, al fin, del crac al mito, necesita ganar el Mundial de fútbol, y no hay otro más adelante, no hay un próximo Mundial para él, su momento es hoy, ahora, ya. Catar, su último Mundial, es su territorio de conquista: su destino prometido. Para eso, quizá, es que vino al mundo a ser Messi.
La escena debe darle vueltas en la cabeza, en forma de sueño o de película de final feliz o de narración mitológica: él en la mitad del prado sagrado, su grito de campeón mundial, con todas las fuerzas de su delgada voz, y la pesada copa de oro abrazada, delicada, entre sus frágiles manos, como quien abraza un amor que se rehúsa; y que luego sea su propia tribu de azul celeste la que lo agarre por sorpresa y lo eleve por los aires y lo sacuda, no como a un Sancho Panza ultrajado sino como a un Quijote victorioso, mientras su sonrisa se empapa de lágrimas, y todo el mundo lo mira, lo ira, con la misma emoción, con la misma nostalgia.
Messi, con Argentina. Foto:EFE
No debe ser la imagen que tiene ahora, ni la de hace cuatro u ocho o 12 o 16 años, mejor dicho, desde que Messi juega los Mundiales: no, debe ser la imagen que Messi ha esperado toda su vida.
'Se la merece'
“¡Liooonel, esta Copa te la meeerecés!”, dice un pegajoso estribillo de esos tan argentinos de una de tantas canciones argentinas que por estos días se difunden en Catar. Los argentinos, y muchos que no, creen que sí, que Messi se merece la Copa, por todo lo que ha hecho, por lo que ha intentado, porque ya perdió una final, en 2014, porque ya ganó la esquiva Copa América, porque este es su gran deseo.
“Hay un país detrás pensando que Leo se merece un título importante, por encima incluso del propio país”, dijo Mauricio Pochettino, ex-DT de Messi en PSG. Y por fuera de Argentina hay un sentimiento similar. “¿Y si no gana España?”, le preguntaron al técnico Luis Enrique. “Me gustaría que Argentina ganara el Mundial. Creo que Leo Messi se merece el título”, dijo, como si cantara el estribillo.
Messi sabe que sigue siendo el segundo al mando detrás de la figura emblemática de Maradona. Messi quiere subir de jerarquía. Para eso ha trabajado, para eso ha perfecciona su juego todos los días. Para eso, incluso, ha forjado un tardío carácter de capitán, pero se ganó el respeto de todos, la iración de todos, así, tan calladito, tan menudito, y al mismo tiempo tan gigante.
Hinchas de Messi en Qatar. Foto:AFP
Advirtió Jorge Valdano sobre Messi, “su actitud de mosquita muerta no es más que su primer amague”. Pero a ese futbolista ejemplar le falta la Copa, y eso debe ser como el guerrero que regresa de la batalla siempre vivo, siempre victorioso, pero siempre melancólico.
El estribillo no alcanza. Ya otras veces Messi la ha merecido, pero eso, como bien dictan los cánones del fútbol, no es suficiente. Ni siquiera basta con sentirse el mejor del mundo, entre los mejores del mundo. Cristiano Ronaldo, atleta estelar, está al borde del retiro y podría irse sin esa gloria; Neymar tiene menos caducidad, pero a sus 30 parecería que es el momento.
Ganar un Mundial necesita artilugios colectivos, azarosos, místicos. Messi, a sus 35 años, parece bien rodeado, y él se ve entusiasmado, motivado. La imagen está en su cabeza, y si quiere ponerle música, que suene el estribillo: “¡Lioooonel, esta Copa te la meeerecés!”.