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La clavó al ángulo... (Último tango)

Clavar, nacido del ingenio periodístico para graficar la rotundidad de un gol.

James Rodríguez, aplaudido contra Rumania.

James Rodríguez, aplaudido contra Rumania. Foto: AFP

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COLUMNISTA Y CRÍTICO DEPORTIVOActualizado:

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James Rodríguez se convirtió en celebridad en tres segundos, los que mediaron entre que la paró de pecho, la empalmó de zurda y la clavó en el arco uruguayo aquella tarde del 28 de junio de 2014 en Maracaná.
Ya no necesita comillas. Clavar, nacido del ingenio periodístico para graficar la rotundidad de un gol, cuando el delantero remacha al arquero con un tiro potente, es ahora un verbo hecho y derecho, con la oficialidad que le da la Real Academia Española.
La RAE le selló el pasaporte. Clavar es uno de los 4.074 nuevos términos y expresiones o nuevas acepciones de palabras incluidas con anterioridad, enmiendas a artículos ya existentes y supresiones.
Consta en el nuevo diccionario de nuestra lengua, tan galana y  gustosa que se saborea como una copa de buen vino. La gigantesca obra, con 94.000 palabras, fue presentada en diciembre último.
Clavar tiene origen, como tantos vocablos, en esta parte del agua. Es un americanismo. También fue incorporado ‘diana’ (gol), pero este es tan español como la paella.
“A partir de 2026 vamos a abrir las costuras del diccionario, las entradas se pueden multiplicar e incorporar léxico que no ha figurado nunca, quizá se llegue al doble de las que tenemos ahora”, comentó Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, dándonos esperanzas de que incorporen centenares de términos bellísimos y graciosos que nos son familiares, pues han nacido en nuestro continente.
"La crítica del fútbol es también una formidable maquinaria creadora de mitos, un espléndido surtidor de irrealidades que alimenta el apetito imaginario de vastas multitudes…”
De hecho, el académico informó que el objetivo es “intentar aproximarnos a un diccionario completo que tenga términos que han faltado, en especial americanos”.
El fútbol ha sido, desde siempre, un manantial de vocablos y expresiones deliciosas para ilustrar literariamente un partido, un espectáculo. Mario Vargas Llosa, que se enorgullece de pocas cosas como de ser hincha de Universitario y haber jugado en calichines de la ‘U’, hace un extraordinario elogio a los textos balompédicos.
“La crítica del fútbol es también una formidable maquinaria creadora de mitos, un espléndido surtidor de irrealidades que alimenta el apetito imaginario de vastas multitudes…”, dice el peruano universal.
El fútbol hablado puede ser mucho más entretenido que el fútbol jugado si se apela a la galanura del castellano mezclada con el encanto de lo popular.
Justamente a esto se refiere el Nobel de Arequipa: “Sin temor a exagerar, se puede decir que es regla casi general que las páginas deportivas sean las más vitales e imaginativas de diarios y revistas, aquellas en las que el periodista muestra una libertad y una audacia estilística mayores. Lo mismo se puede decir del comentarista radial de fútbol, que, si es bueno, va enriqueciendo con sus palabras aquello que transmite”. (Gracias, Mario, esta ronda la pagamos los cronistas deportivos…)
Hay muchas voces futboleras en el diccionario, aunque, según anuncia Muñoz Machado, es posible que en el nuevo volumen de 2026 aparezcan muchas más originadas en la chispa tribunera, que brota de la emoción, el entusiasmo o el fastidio que genera un partido.
Ya están cancha (extraordinario aporte quechua), remontada, chanfle, hinchada, triplete, campeonar y otras. Pero puede que hagan un ingreso triunfal expresiones que se fueron desparramando por el continente con una familiaridad asombrosa: caño (pasarle la pelota por debajo de las piernas al rival), comba (pegarle con efecto para que la bola doble), rompepiernas (zaguero muy bruto y rudo), gallinear, pechear, arrugar (acorbardarse en un juego importante), tronco, queso, paquete, patadura, malerba, madera (para rotular a un jugador inhábil), flan (para describir a una defensa floja), masita (un remate débil), romperla, gastarla, descoserla (jugar magníficamente), banderazo, aguante (multitudinaria muestra de apoyo de una afición a sus jugadores antes de un duelo crucial), calesitero (el futbolista que da vueltas y no va hacia adelante, no concreta), ratonera (ángulo bajo del arco, junto a un palo).

Expresiones de la vida diaria

La preciosísima vacunar es para explicar, con sorna, que un equipo le ganó a otro cuando no se esperaba. “Banfield lo vacunó a Boca”. Pocas hay tan descriptivas y jocosas como picapiedra, referida al jugador sin técnica, áspero, rocoso. Ya que no tiene habilidad, ese tipo de elemento es, por lo general, el encargado de meter, poner, sinónimo de esfuerzo y pierna fuerte y templada.
Para graficar a un equipo malo, existe entre los hinchas una palabra insuperable: murga. Cuando a un equipo lo dominan ostensiblemente, lo están peloteando. Y aquel jugador que destaca en los entrenamientos, pero no en los partidos, donde hay más exigencia, es practiquero.
Muchas de estas expresiones grafican a la perfección situaciones de la vida diaria. “En el trabajo, el jefe lo tiene contra los palos”, lo presiona.
Para mofarse de un club que quedó en blanco en la temporada, sin conseguir ningún título, ni doblete ni cuatriplete, los hinchas dicen “el nadaplete del Barcelona”.
Vaselina es cuando el atacante marca un gol pasando el balón sobre la cabeza del arquero. Pincharla es una acción parecida, pero pegándole suave y bien de abajo al esférico. Un panenka es hacer eso mismo, pero en un penal, engañando al arquero, amagando disparar fuerte a una punta y en cambio tirar suave y al medio.
La crónica deportiva, sobre todo de los relatores radiales, muchos de ellos fantasiosos e hiperbólicos, pero chispeantes, alimenta este diccionario de la pelota. Y agrega términos, frases y apodos a toda velocidad y según lo determine el juego.
Entre el hincha, el periodista, el técnico y los jugadores se va construyendo esta nomenclatura del ingenio.
¿Por qué semejante penetración cultural es obra del fútbol y no del tenis, el baloncesto, el automovilismo…? Razón primera: su tremenda popularidad y masividad supera a la de todos los demás deportes juntos. Razón dos: el fútbol acriolló su idioma en tanto los demás deportes como tenis, golf, rugby, baloncesto y otros siguieron conservando la raíz británica de su vocabulario, como drive, smash, top spin, slice, birdie, green, eagle, bogey... Razón tres: el centimil, el espacio que ocupa cada disciplina en los medios; cuando todos los demás deportes llevan una página del diario, el fútbol ocupa cuatro o cinco. Hay mayor familiaridad con sus términos.
Suramérica, y en especial Argentina, son una fábrica de neologismos futboleros, aunque ninguno como gambeta, la reina de estas figuras literarias.
Gambeta pertenece al lunfardo, el idioma paralelo de los argentinos que tuvo su cuna en las clases populares, pero, por ser figurativo y gracioso, entró de lleno en el vocabulario de todos. Su correlato en español es regate, y en inglés dribbling, pero no tienen el mismo impacto.
Gambeta es un italianismo que curiosamente no existe en Italia, viene de gamba, pierna, es un movimiento rápido de piernas para eludir la acción adversaria y seguir con la pelota.
Hay gambeta fina (la de Iniesta), gambeta larga (la de Mbappé), gambeta impredecible (la de Maradona). Viene de los comienzos del fútbol. Ya en 1920 Gardel había compuesto Mano a mano, tango con letra de Celedonio Flores, y cantaba: “Se dio el juego de remanye / cuando vos, pobre percanta / gambeteabas la pobreza en la casa de pensión / hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta / los morlacos del otario los tirás a la marchanta / como juega el gato maula con el mísero ratón.
Jorge Barraza
Para EL TIEMPO
@JorgeBarrazaOK

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