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Meluk le cuenta... (¡Dejen la lloradera!)
Señalar a los jueces es la salida fácil para justificar malos resultados
Echarle la culpa al árbitro es tan viejo como el fútbol mismo. Echarle la culpa a otro –o a algo– para evadir la responsabilidad o distraer los hechos es tan viejo como la humanidad misma.
Señalar a los jueces es la salida fácil para justificar malos resultados, malos juegos. También es la manera más sencilla de tirarles un hueso a los hinchas y a la prensa (¡y siempre caemos, siempre caemos!) para que lo persigan y no muerdan los errores de dirección y de juego de su equipo.
En el fútbol, el árbitro es siempre el culpable de las derrotas y el mayor obstáculo para los triunfos. Pasa aquí, en la Liga, en el partido del barrio, en la final del Mundial, en un torneo aficionado en las Islas Feroe, en el clásico Brasil-Argentina, en la fastuosa Champions. Desconfiar de los árbitros (y ahora del videoasistente) es el denominador común de todos los hinchas, de todos los jugadores, de todos los técnicos y de todos los directivos.
Partido entre Santa fe y Medellín. Foto:Néstor Gómez / EL TIEMPO
Cualquier equipo está expuesto permanentemente al error, ya sea propio, del rival o del juez. Eso es tan natural, tan parte del juego mismo, como recibir un gol, sufrir una expulsión o una mala decisión arbitral. Al error del juez también hay que sobreponerse.
En la Liga, van dos semanas en las que varios entrenadores, entre ellos Julio Comesaña (del DIM), Rafael Dudamel (del Cali) y Juan Cruz Real (del Junior), han encendido sus bengalas de humo contra los árbitros para ocultar sus errores y desviar la atención. En la gran mayoría de los casos los reclamos no han sido por decisiones arbitrales graves: ni goles mal anulados, ni un penalti en contra inexistente, ni una expulsión injustificada... ¡Y a pesar de eso, han perdido por los árbitros! Vaya, vaya...
Pero, como futboleros y colombianos, se arman –y se aman– atajos simplistas que muchas veces rayan con la ignorancia, con teorías de conspiración y confabulación de supuestos ‘robos’ y ‘atracos’ y amaños a través del arbitraje. Y en la prensa, en lugar de ponerle una cucharada cordura a la receta, pues también ayudamos a calentar la paila: yo, pecador, me confieso...
Como el fútbol solo conozco otro deporte en el que siempre se pierde por el árbitro: el boxeo. No hay un solo pegador colombiano profesional, aficionado u olímpico que no haya perdido por los jueces en un “robo de magnitud internacional”.
Quizás sea una costumbre cultural del fútbol y del boxeo.
Miren: hace apenas una semana se jugó el Super Bowl, la final del fútbol americano de la NFL, que se definió con un desenlace de intenso thriller de suspenso, con faltas simultáneas volando en pañuelos, con decisiones cerradas, difíciles que dieron para reuniones plenarias del grupo arbitral y nadie reclamó nada y la prensa no se ocupó de eso.
El año pasado, Yankees de Nueva York (el equipo más grande de todos los equipos, más que el mismísimo Real Madrid, ¡je, je!) fue eliminado por Medias Rojas de Boston, su archirrival, en el juego de comodines de la Liga Americana del Béisbol de la MLB. El árbitro principal (chief umpire) dio como bola un lanzamiento en zona de strike para ponchar al bateador de Boston, que al siguiente envío pegó jonrón: nadie reclamó nada y la prensa no armó lío.
Quizás por esa manera que tiene el fútbol de tirar la piedra, esconder la mano y sacar la otra para señalar al árbitro, este sea el deporte en el que la asistencia tecnológica (el VAR) sea tan resistido y criticado como en ningún otro.
Señores: a jugar al fútbol, a no quejarse tanto y a aceptar las culpas propias. ¡Dejen la lloradera!