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Mario González, su lucha y su victoria: ¿qué hace hoy tras vencer la leucemia?

Exjugador de Santa Fe, Once Caldas y Millonarios, recuerda su drama y habla de su presente.

Mario González, el día que volvió a El Campín, tras superar la leucemia.

Mario González, el día que volvió a El Campín, tras superar la leucemia. Foto: Juan Diego Buitrago

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Mario González nunca pensó que se iba a morir. La muerte fue un fantasma real que merodeó su cama de moribundo, acechó su vida de hombre en estado de coma, rondó por la fría habitación del hospital mientras él luchaba con una leucemia, pero la muerte no pudo ejercer su trabajo de muerte. Mario, aferrado a su existencia, le puso una barrera, ‘no muerte, aquí no entra, no todavía’, y no entró. Un día, Mario se levantó de la postración, para sorpresa de muchos, no suya, porque él tenía la certeza de que así sería. Tenía una misión pendiente: quería volver a una cancha de fútbol.
Han pasado casi 10 años desde que a Mario González, exfutbolista de Santa Fe, Once Caldas, Millonarios, Fortaleza y Unión Magdalena, recibió la peor noticia de su vida. “Leucemia”, dijo el médico, aquel agosto de 2013, y a Mario se le movió el suelo, sintió que se abría una grieta a sus pies, alcanzó a pensar que todo se derrumbaba a su alrededor, como un gran sismo del que no hay escapatoria. “Leucemia”, retumbaba en su cabeza, en la voz sosegada del médico. Así que no había de otra, había que dar batalla, luchar y vencer. Y así empezó la otra historia de Mario.
Es jueves. Mario habla con una voz suave, tan suya, pero suena alegre, o al menos es una voz que suena motivada, alentada. La voz del que no se dejó vencer. La voz del que está vivo y saludable. Mario hoy, a sus 39 años, no toma medicamentos. No tiene secuelas. Come de todo. Juega fútbol cuando quiere. Una llaga en la espalda es el único recuerdo físico de aquel drama, como un tatuaje que ya no se borra, producto del peso de su cuerpo durante el coma, pero hoy Mario González está bien, y dispuesto a mirar atrás, para repasar lo que vivió. “Lo recuerdo como si hubiera sido ayer”, anuncia. Así que no necesita escarbar mucho en su memoria.
“Todo fue rapidito”, afirma Mario. Cuenta que empezó con unos mareos extraños, un malestar inexplicable que no lo dejaba tranquilo en la cancha. Mario estaba recién llegado a Millonarios, venía de hacer un gran papel en el Once Caldas, era uno de los refuerzos del equipo azul, a la otra orilla del rojo cardenal, donde debutó como futbolista —su primer debut—. Estaba ilusionado. Tenía muchas expectativas, pero las cosas se salieron de su control por azares de la salud. Una visita al médico fue el abrebocas del drama. Primeros exámenes, nada. Segundos exámenes, dudas. Y luego, el diagnóstico terrible. El hematólogo y oncólogo le dijo, mirándolo a los ojos, con su voz de médico habituado a dar estas noticias: “O es Leucemia o es una infección”. “Lo recuerdo bien, mientras yo lo asimilaba, el médico me decía que prefería que fuera Leucemia, porque se podía hacer algo. ‘Si es infección, ya se lo comió por dentro’ “, me dijo. Y el hueco en el suelo se seguía abriendo.
Dios me puso en el camino personas que me fortalecieron, que me guiaron. Me aferré a Dios para salir adelante
Ahí fue cuando Mario se llenó de coraje y dijo, ‘no me voy a morir’, como un grito de esos de batalla, como su lema de lucha, como su bandera de supervivencia. Hoy, Mario afirma que todo se lo debió a Dios, es un hombre muy creyente, y ese episodio fortaleció su espiritualidad. Asegura que no hay otra explicación que a la labor divina, labor milagrosa, para que en estos momentos —este jueves, día laboral en su vida de exfutbolista— esté contestando esta llamada y hablando con tanta naturalidad,  “Dios me puso en el camino personas que me fortalecieron, que me guiaron. Me aferré a Dios para salir adelante”, dice.

La dura batalla

Mario González, en su época en Santa Fe.

Mario González, en su época en Santa Fe. Foto:Archivo EL TIEMPO

Mario empezó el tratamiento, estuvo en cuidados intensivos, y recuerda que eso fue lo más duro de todo, porque estuvo 15 días en coma, 15 días en ese limbo entre el más allá y el más acá. 15 días de batalla, de angustia. “Los médicos le dijeron a mi esposa que se preparen todos para lo peor”. Es que las esperanzas de vida eran pocas. La muerte estaba al acecho. Mario asegura que fue su voluntad de vida la que lo trajo de vuelta. Y un día, abrió los ojos, parpadeó, reconoció los olores, el entorno, se dio cuenta de que seguía del lado de acá, que empezaba a ganar el desafío, aunque no del todo. Cuando al fin se levantó, dice, fue como un volver a nacer. “Tuve que aprender otra vez a comer, aprender a caminar, andaba con pañal, se me cayó el pelo, era como comenzar a vivir de cero”.
Hubo una dificultad más: “trasplante de médula”, dijo el médico, y era lo mejor. El problema era encontrar el donante. El rastro empezó en su propia familia, y nadie era ciento por ciento compatible, ni su mamá. Hasta que llegó el turno de Juan Carlos, su hermano, y Juan Carlos no puso objeción cuando su resultado fue satisfactorio: ciento por ciento compatible. Era el donante elegido por el destino. “Eso fue como ganarme el baloto”, dice Mario y una risa contenida intenta salir de su boca. Ese proceso alargó su regreso al fútbol, pero era necesario. Y todo salió bien. Hoy Mario ya no habla de eso con Juan Carlos, ese tema es parte del pasado, pero le está eternamente agradecido. “Juan Carlos es saludable, no tiene ningún inconveniente”, se apresura a contar, por si hay dudas, y su voz irradia nobleza, un agradecimiento puro.

Segundo debut

Mario, junto a su familia.

Mario, junto a su familia. Foto:Archivo particular

La vida de Mario González está llena de hechos extraordinarios, de casualidades, quizá, aunque él prefiere pensar que todo lo que le ha pasado es voluntad divina. Mario regresó a los entrenamientos con Millonarios un año y medio después de entrar a la clínica, y fue justo en la misma cancha —en el club Laverdieri— que lo vio partir de urgencias. Fue recibido con jolgorio por sus compañeros, hubo lágrimas, abrazos conmovedores, emociones desbordadas. Para el equipo era como ver llegar al mejor de los refuerzos posibles. Se puso a punto físicamente, con dedicación, con la idea fija de volver a jugar como lo hacía antes, allí en el mediocampo. “Quería devolverle a Millonarios todo lo que hizo por mí, porque nunca me abandonó”, afirma.
Y siguen las casualidades divinas. Cuando Mario González volvió a jugar, fue contra el mismo rival contra el que debutó, contra Independiente Medellín. Bajo la dirección técnica del uruguayo Rubén Israel, tuvo su regreso triunfal a las canchas y a la vida. Millonarios perdió 2-0. Mario ganó por goleada.
—¿Cómo fue ese regresar a un partido profesional?
—Me sentí como si fuera mi estreno. Hoy puede decir que soy un futbolista que debutó dos veces –dice Mario, y si los ojos no se le ven, seguro que le brillan.

El 'profe' Mario

Luego de salir de Millonarios, donde no pudo recuperar su nivel, y de pasar por Fortaleza y Unión Magdalena, Mario decidió en 2018 poner fin a ese trasegar de las canchas. Se fue a vivir al municipio de Sabaneta (Antioquía) con su familia, que es su todo, su esposa Katherine y sus tres hijos: Matías, de 13 años; Thiago, de 5, y su bebé Victoria que va a cumplir un año, y si se llama Victoria, por algo debe ser.
Mario González, como DT.

Mario González, como DT. Foto:Archivo particular

Entonces Mario decidió que quería seguir en el fútbol, eso de ser entrenador le venía rondando en la cabeza desde hace rato. Comenzó a estudiar para eso. Obtuvo la licencia ATFA (Asociación de técnicos del fútbol argentino) y además la licencia PRO que se exige para poder dirigir en Colombia.
Consiguió trabajo en la Coordinación de Clubes del municipio, en la tardes y en las noches trabaja con el club aficionado Tiendas Margos, donde tiene dos categorías a su cargo. Así hace sus primeros pinos en ese arte de entrenar.
Se siente capaz, preparado, quiere darle un mordisco al mundo con un pito y un pizarrón, quiere enseñar lo que aprendió en su carrera. Su modelo a seguir es Juan Carlos Osorio. “Él me recibió en el Once Caldas, en el que considero fue mi mejor momento, y le aprendí mucho de su estrategia, de su preparación, desde entonces me dije, ‘yo quiero ser como él’. Vamos tocando puertas”. Y está golpeando, está esperando a ver qué club le abre y le permite entrar.
Mientras tanto, Mario nunca niega un mensaje, da con naturalidad su testimonio de vida, brinda un consejo, si se lo piden.
—¿Qué consejo daría ahora?
—A los que pasan por una dificultad, llámese enfermedad, crisis emocional, desanimo, tantas cosas, invitarlos a que la única manera que puedo certificar es que para Dios no hay nada imposible.
Mario quiere que el fútbol se acuerde de él, que no olvide a ese hombre valiente que batalló para volver a jugar y para volver a vivir. ite que algunos hinchas ya no lo reconocen en la calle, piensa que quizá se han olvidado, pueda ser que ahora lo traigan a la memoria, sus goles, sus pases, su juego en el mediocampo. Mario, por su parte, no se ha olvidado de nada: su carrera, los hinchas, la enfermedad, su lucha… todo circula a diario en su cabeza, como un ayer que no deja de ser ayer: un ayer perpetuo que es su fortaleza para asumir cada nuevo hoy.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET

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