Todas esas historias se las contó a Castro Caycedo durante las larguísimas jornadas y durante los meses —casi un año— en los que conversaron hasta sacar el libro a la luz.
“La madre Alicia me llevó a donde monseñor Alfonso Uribe. Hice una confesión de toda mi vida, pero cuando llegué a la casa me llamaron a que hiciera un trabajito y dije: ¿Cuál es la bobada mía de irme a rezar en vez de ganar plata? Volví a caer. Después de hacer mucha brujería y de visitar a tantos brujos, cualquier día acompaño a unas personas a hacer brujería y me empieza a picar el cuerpo, como si me clavaran alfileres; empiezo a sentir desasosiego, a no poder dormir. Supe que me habían hecho un maleficio. No era capaz de tragar y casi ni de hablar. Escuchaba una voz que decía: ‘Mátate’.
(
Los grandes libros de Germán Castro Caycedo)
—¿Y quién le mandó a hacer un maleficio?
Cuando el padre me hizo el exorcismo les preguntó a los espíritus que me tenían poseída quiénes eran, que dijeran sus nombres, y eran dos compañeras de la universidad que no tenían por qué quererme ni por qué odiarme. Yo no voy a entrar a juzgarlas. Pudieron haber estado tan equivocadas como yo. ¿Qué las movió? Mi soberbia, porque yo me creía muy poderosa. Me las he encontrado. Una no me habla, pero con la otra sí he charlado. Están perdonadas.
—¿Y las personas a las que usted les hizo brujería?
Lo primero que hice fue llevar a esas personas a Dios. Y tuve la gran oportunidad de llevarlas a casi todas. En ese aspecto estoy muy tranquila porque les pedí perdón y traté de sacarlas de todo eso—.
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Germán Castro Caycedo: historias inéditas de sus viajes)
El día en que murió el autor fue el mismo en el que murió monseñor Uribe Echeverry: el 15 de julio; 28 años atrás.
—¡Qué coincidencia!
—Ninguna coincidencia, mijo: una
‘diosidencia’, dice ella, dejando en claro —una vez más— que no cree en nada que suene a cábala.
Castro Caicedo describía así a monseñor Uribe:
Aun cuando se había retirado de la diócesis, monseñor Alfonso Uribe Jaramillo continuaba luchando contra Satanás: exorcizaba, sanaba, expulsaba espíritus, liberaba. Ahora, a comienzos del siglo, bajo un cielo de satélites colocados por el hombre, más allá del láser y del internet, él había resuelto plantarse frente al ‘enemigo’, orando, conjurando el maleficio, pronunciando aquellos salmos que hacían encorvar a la gente y escupir gusanos, azotarse contra las paredes, destrozar con una fuerza sobrenatural lo que alcanzaran.La exbruja lamenta mucho la muerte de la madre Alicia, pero agradece que ahora es una santa en el cielo.
“No dudamos en que es una santa y que dentro de un tiempo, si es la voluntad de nuestro Señor, será nuestra cierva, nuestra beata y nuestra santa Alicia”, dice al recordar que así, entonces, la religiosa y misionera
Laura Montoya, la primera santa colombiana —canonizada en mayo del 2013 por el papa Francisco en el Vaticano— tendría una paisana en los altares.
“La Diócesis de Sonsón Rionegro (Colombia) lamentó el fallecimiento de la madre Alicia Echeverri Calle, fundadora de la comunidad Hijas del Fiat, que partió a la Casa del Padre el 25 de junio a causa del covid-19”, destacó el portal católico AciPrensa, que es como el CNN de los católicos del mundo. Semanas atrás, el mismo bicho había matado a la madre superiora de su comunidad —presente en distintas ciudades de Colombia, en México y en Italia—: la madre Judith López.
A la entonces hermana Alicia, Castro Caycedo la describía como una monja tremenda que exorcizaba y que era capaz de expulsar demonios. También conversó con ella, para preguntarle cómo ayudó a la bruja a dejar de ser bruja, y así la citó en su libro:
Me protegí primero con la Sangre de Cristo. Luego até a Satanás para que no pudiera hacemos mal (inclusive en este momento, aquí, Señor, atamos a tu Cruz cualquier fuerza del mal), porque cuando uno está tratando estos temas puede recibir un ataque (...) Es que él puede vengarse de alguna manera porque a él no le conviene que su reino sea
destruido.
(
Germán Castro Caycedo habla del protagonismo aéreo en la guerra)
—¿Cómo llegó a la brujería?, le pregunto.
—Cuando era muy joven conocí a una persona que adivinaba la suerte y a la que muchos visitábamos por pasatiempo. Esa persona me enseñó. Empecé con las cartas y el cigarrillo y me convertí en una experta. Fui llevando a otras personas a que creyeran en lo mismo en lo que yo estaba creyendo.
—Y ahora es predicadora católica...
—Es un caminar hacia Dios. Y para caminar hacia Dios hay que enseñarles a los otros a elegir el camino. Mis charlas parten de una vivencia y lo único que busco es que la gente no caiga en el error en que yo caí y que no cambien al único Dios que existe por una cantidad de dioses que pululan—.
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