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‘Hemos perdido la oportunidad de ser la conciencia del universo’
Entrevista con Rubén Albarrán, uno de los fundadores de Café Tacvba, a su paso por Colombia.
El colofón de la primera parte del concierto fue Rubén Albarrán, el enérgico vocalista de Café Tacvba, que puso a saltar a todos los asistentes con 'Lo Que Sangra (La Cúpula)' y se llevó la ovación más sonora hasta ese momento. "Gracias Soda, por una eternidad juntos", comentó al despedirse del escenario. Foto: César Melgarejo. EL TIEMPO
Por más de tres décadas, Café Tacvba ha sido sinónimo de diversidad artística. El proyecto, iniciado entre 1988 y 1989 por Rubén Albarrán y Joselo Rangel (y del cual forman parte, además, Emmanuel del Real y Enrique Rangel), tomó influencias del rock anglosajón y fusionó la cultura popular latinoamericana y le cambió para siempre el sonido a la música en español.
El impacto de Café Tacvba en la cultura pop hispanohablante ha sido enorme e indiscutible, y abrió las puertas de la percepción de varias generaciones de jóvenes inmersos en música extranjera, motivándolos a escudriñar en lo autóctono, lo propio y lo folclórico.
Rubén Albarrán estuvo en Colombia con motivo del relanzamiento de los festivales Al Parque en Bogotá. En esta ocasión, el reconocido líder mexicano estuvo pinchando discos, una pasión más o menos reciente, y tocando con la legendaria orquesta de Dámaso Pérez Prado, a quien Rubén encarnará en una próxima película biográfica llamada El sueño de ayer, que será además su debut como actor.
Cuando pone discos, ¿pone cosas nuevas?
Pongo música que me haga bailar, que me haga cantar y que me haga feliz. Casi no escucho música nueva, la verdad. Pero ayer puse a una artista boricua que se llama iLe.
La hermana de Residente va a sacar algo pronto con Adrián Quesada (de los Black Pumas), parte de un disco de boleros. ¿Qué puso de ella?
Una canción que se llama Curandera.
Mi principal fuente de escucha de música proviene de vinilos y casetes. Yo no tengo ninguna de esas plataformas. Ya no me importa seguir a los artistas
¿Siempre le ha gustado más la música vieja?
Lo que pasa es que ya no les entré a las plataformas digitales, como que ya me quedé afuera de eso. Mi principal fuente de escucha de música proviene de vinilos y casetes. Yo no tengo ninguna de esas plataformas. Ya no me importa seguir a los artistas. Cuando estaba joven los seguía, y decía, "sí, me encanta este grupo nuevo", pero ahora solo me gusta escuchar la música y nada más. La música nueva la escucho por mis hijos, que afortunadamente tienen buen gusto.
Pues, con ese papá, ¿cómo no? ¿Qué oyen?
Mucho trap, pero también oyen mucho jazz y mucha música de Brasil.
Y hablando de ese tema digital, ¿usted cree que como están de segmentados y personalizados los hábitos de consumo, volverá a existir un fenómeno tan grande como Café Tacvba en América Latina?
Sí. Hay fluctuaciones. Por momentos, las tendencias siempre tienden a imitar lo que sucede en el primer mundo, pero las nuevas generaciones que llegan a hacer música siguen esas tendencias anglosajonas, se cansan y vuelven a verse a sí mismas, a sus músicas tradicionales.
¿Será que sí? Porque yo nos veo tan atomizados, tan sumergidos cada uno en nuestros propios mundos... que no sé si vuelva a existir un fenómeno latino que llame la atención de millones de personas.
La verdad es que ya no entiendo demasiado qué está pasando. Pero estoy de acuerdo en que nos estamos segmentando en pequeños grupos de tendencias. Sin embargo, el reguetón ha acaparado toda esa atención y es mucho más grande de lo que éramos nosotros. Pero tampoco podemos ser muy futuristas, porque el mundo está tambaleando. Todo lo que pensábamos que era una institución, algo seguro, puede desaparecer mañana fácilmente.
Estoy de acuerdo en que nos estamos segmentando en pequeños grupos de tendencias. Sin embargo, el reguetón ha acaparado toda esa atención y es mucho más grande de lo que éramos nosotros
Recuerdo mucho que una de las canciones de protesta más importantes de la generación se llama Trópico de Cáncer. Más allá de lo que aprendimos de nuestros padres de la canción popular como instrumento de protesta, Atahualpa Yupanqui, Quilapayún y otros artistas, esa fue una de esas canciones sociales de los noventa. ¿Usted empezó a ser activista ahí, o antes de Café Tacvba?
Digamos que siendo el vocalista de Café Tacvba se me acercaba mucha gente que hacía parte de alguna organización social, que estaba enfrentando alguna lucha, de alguna comunidad, de algún pueblo. Así fue como empecé a sensibilizarme. Me iban invitando a marchas, a manifestaciones, y empecé a asistir para aprender, para conocer y para relacionarme con otras personas. Ya después de sensibilizarse, no hay marcha atrás. Ya uno sabe qué está sucediendo. Ya te tocó el corazón. Uno puede hacerse el tonto, pero en mi caso también es un gusto poner ese espacio mediático que tengo como personaje público para darles voz y amplificarla.
¿Recuerda la primera causa que lo motivó a marchar?
¡Híjole!, no. Pero pudo haber sido una manifestación al frente de la embajada de México en París, protestando por las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa.
Hoy en día usted trabaja con Agua Viva Colectiva. ¿Qué hace con ellos y cómo funciona?
Comencé porque me acerqué a la tribu comca'ac. Es una tribu del noroeste de la república mexicana. Ellos viven frente al mar y su problema más urgente es el desabastecimiento de agua potable. Viven con 30 litros de agua al día por familia en la mitad de un desierto. Sufren de enfermedades gastrointestinales, de enfermedades en los dientes, situaciones muy adversas. Decidí acompañarlos e invitar a otros músicos, a ver si podía ejercer presión por medio de la música a los gobiernos estatales y federales para solucionar un problema y que atiendan el que es un derecho humano y colectivo. Me he involucrado un poco más a nivel social porque este tipo de ayudas deben descolonizarse.
El grupo que acompaña a Cecile McLorin es casi minimalista, no hace gala de gran volumen. Foto:Archivo particular
¿Qué significa eso?
Significa dejar de esperar algo a cambio cuando ofrece una ayuda, que es algo que pasa, y que es muy triste. Por ejemplo, una de las necesidades que tiene la tribu es tener una máquina desalinizadora. Pero la que tienen ya está muy vieja y se descompone cada rato. No hay nadie en la comunidad que sepa arreglarla. Así que si se descompone la máquina, el pueblo puede pasar hasta tres meses sin agua, mientras llega a alguien del gobierno del estado a arreglarla. Entonces, no es solamente ponerles la máquina, sino involucrarse con la comunidad. No se está profundizando en el problema. No se trata de ir y ponerles una máquina por la que cobran y decir, “ya hicimos nuestro trabajo”. Además de que la desalinizadora cuesta cien y quienes la ponen cobran seiscientos. (Risas)
No tengo ninguna esperanza en la clase política, y tengo muy poca fe en la humanidad. Hemos creado cosas muy bellas, pero tenemos también nuestra parte oscura
Usted habló recientemente de ese problema, de la corrupción, en una rueda de prensa en Sonora. ¿Tiene alguna esperanza de que la clase política en América Latina va a cambiar algún día?
¿La verdad, la verdad? No tengo ninguna esperanza en la clase política, y tengo muy poca fe en la humanidad. Hemos creado cosas muy bellas, pero tenemos también nuestra parte oscura. Hemos perdido la oportunidad de ser la conciencia del universo. ¿Hace cuánto tiempo aprendimos a caminar? ¿A descubrir cosas? ¿Cómo hacer utensilios? ¿Cómo hacer fuego? Hemos llegado hasta acá, y hemos hecho cosas maravillosas, pero nuestra ceguera nos tiene al filo del precipicio. Así que, ¿esperanza? No. Mejor que sea hoy. La esperanza es en el futuro. Y yo no creo que haya futuro.
¿La presión desde la música funciona?
Más o menos. Ahora con redes sociales, se sienten más vigilados. Nos han dicho con toda la mala intención que la democracia es escoger entre azul, rojo, verde o blanco. Pero eso no es la democracia. No vas a escoger a un desconocido en la calle y vas a decir, “tú me lates. Tú me caes bien”, le entregas las llaves de tu casa y le dices, “regreso en cuatro años”. Cuando regreses a tu casa no sé qué vas a encontrar. Eso no es la democracia.
¿En qué cree?
No creo en ningún movimiento político. Todos han fallado.
Soy anarquista. Y creo que es un deber y una responsabilidad trabajar por la comunidad. ¿Qué carencias y qué problemáticas tiene tu comunidad? Pues a trabajar en ello para todos. Eso es en lo que creo. No son gobernantes. Y a la misma idea de decir, “ah, sí, a mí me gobierna tal”, no, no, no. A mí no me gobierna nadie. Yo tengo la suficiente conciencia para gobernarme a mí mismo y dar los pasos que beneficien a los demás. El beneficio es para todos. Y, además, para preservar nuestra especie, nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestra familia.
No creo en ningún movimiento político. Todos han fallado
¿Le gustó actuar como Dámaso Pérez Prado?
Sí, me encantó actuar. Nunca lo había hecho. Fue un proyecto superdivertido. No sé si lo hice bien, pero la verdad lo hice para divertirme.
Si tuviera al frente a Vládimir Putin, ¿qué le diría?
Nada. No escuchan. Esas personas no escuchan, ya están demasiado lejos. De pronto le daría un abrazo. Tal vez algo de afecto le haga bien.