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Historia de la palabra ‘chocorazo’, fraude en elecciones colombianas

Se rescata un episodio sucedido a fines del siglo XIX en La Guajira, antigua Provincia de Padilla.

En los siglos XIX y XX, según la averiguación de Juan Gossain, algunos procesos electorales terminaron en ‘chocorazos’.

En los siglos XIX y XX, según la averiguación de Juan Gossain, algunos procesos electorales terminaron en ‘chocorazos’. Foto: Guillermo Herrera. Archivo EL TIEMPO

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Hoy traigo una propuesta para ustedes.
En vista de que ya se están acercando las nuevas elecciones, es bueno que saquemos un rato para hablar, aquí entre nos, de la palabra ‘chocorazo’, no solo como una auténtica curiosidad del idioma, sino también, y especialmente, como una advertencia ética ante tanta corrupción y tanta triquiñuela.
Empecemos por ratificar que la dichosa palabreja, como sinónimo de fraude electoral, es típicamente colombiana, pero tiene parentesco con otros vocablos similares que provienen de distintos países, especialmente España.
Chocorazo es una de las expresiones más terribles del lenguaje político colombiano, hija de la mala fe, hermana de la maldad, nieta de la trampa, prima de la infamia, sobrina del engaño. El chocorazo es la estafa mayor en una falsa democracia. Y, sin embargo, a los colombianos todavía nos parece una palabra picaresca, simpaticona, que se volvió común en todo el país, y la gente, cuando la oye mencionar, responde con una mueca de picardía en la cara. Con una sonrisita de astucia.
Resulta que Óscar Alarcón, colega y amigo entrañable, a quien conozco desde mi primer día de trabajo en este oficio, me escribe un mensaje electrónico para preguntarme de dónde viene la expresión chocorazo. Alarcón es irable: columnista, humorista, abogado, periodista de tiempo completo, es el hombre que hizo célebres en todo el país sus ‘microlingotes’.
De manera, pues, que a una persona así hay que hacerle caso. Una pregunta suya es como una orden cariñosa pero terminante. De inmediato me puse a buscar, rebuscar, preguntar, consultar, trasnochar y madrugar más de lo habitual. Ahí voy con el cuento.

El chócoro de cocina

Como si eso fuera un honor, son varias las regiones colombianas que reclaman como suyo el invento de esa palabreja. En el Caribe, Santander y Boyacá juran que nació en su respectivo territorio. Lo que nos interesa ahora es saber en qué parte le dieron por primera vez el sentido preciso de fraude electoral.
Pero es mejor no adelantarse. Empecemos por el principio. Por el nacimiento del vocablo. ¿Cuál es el sustantivo que dio origen a ese adjetivo?
Para empezar, desde los tiempos de la colonia española, en el lenguaje coloquial de varias regiones de Colombia le vienen diciendo ‘chócoro’ al utensilio de cocina, sobre todo si ya está viejo y maltrecho, deslucido por el uso: la olla averiada, la sartén torcida, el cucharón pelado. Y ‘chocorazo’ es el golpe que se da con esos enseres hogareños.
Por otra parte, ‘chócoro’ también se volvió genérico cuando la señora pide a su empleada doméstica que le alcance algún objeto cuyo nombre preciso no recuerda.
–Mira, mijita –exclama ella–: tráeme el chócoro ese.

El primer chocorazo

De manera, pues, que desde tiempos coloniales el terminacho forma parte del vocabulario coloquial del Caribe colombiano, pero no del lenguaje político. Eso fue posterior.
Mario Alario di Filippo lo incluye con sus derivados en el incomparable Lexicón de colombianismos. Dice lo siguiente: “Chocorazo: fraude electoral. Chocorear: cometer fraude electoral. Chocorero: el que comete fraude electoral”.
Entonces, a uno empieza a darle vueltas en la cabeza, de inmediato, una pregunta obvia: ¿en qué momento de nuestra historia el chócoro de cocina se convirtió en fraude electoral? ¿Cuándo fue usado por primera vez en ese sentido y por qué motivo?
El sacerdote Pedro María Revollo, gran investigador del lenguaje caribe y célebre protagonista de cuentos populares, trae en su obra Costeñismos colombianos la siguiente información: “Chocorazo (de chócoro). Canastada de votos que ilegal y subrepticiamente se introducen en una urna eleccionaria”.
(¿Canastada de votos? Con razón la gente dice que, en las últimas elecciones, había una pobre urna que parecía embarazada).
A renglón seguido el padre Revollo agrega: “El primer gran chocorazo fue el de Barranquilla, en 1885, en que se hicieron aparecer los votos de Sabanilla en número de veinte mil, cuando aquel nuevo pueblo no contaba ni quinientos habitantes. Fueron votos a favor de Murillo Toro. Más tarde fue célebre el chocorazo de San Zenón, en el departamento del Magdalena, en que aparecieron tres mil votos, no habiendo ni mil electores”.
Chocorazo es una de las expresiones más terribles del lenguaje político colombiano, hija de la mala fe, hermana de la maldad, nieta de la trampa, prima de la infamia, sobrina del engaño

El garrotazo de Padilla

En esas andábamos al puro comienzo del siglo XX, hace ya más de un siglo completo, cuando pasó lo que pasó en La Guajira, que por aquel entonces se llamaba Provincia de Padilla, en homenaje a su hijo inmortal, el gran almirante José Prudencio Padilla.
Resulta que en febrero de 1904 el país estaba eligiendo nuevo presidente entre dos candidatos y, curiosamente, ambos eran conservadores y ambos generales de las recientes guerras civiles: Rafael Reyes, nacido en Bogotá, y Joaquín Fernando Vélez, a quien todo el mundo llamaba Joaquín Efe, oriundo de Cartagena.
En aquel tiempo no votaban los ciudadanos. El presidente era escogido en las regiones por los colegios electorales, integrados por unos pocos privilegiados, y luego esos votos eran enviados a Bogotá, donde se hacían las sumas correspondientes. Me imagino…
Pues bien: en Riohacha, los colegiados firmaron todos los documentos, pero no les pusieron el nombre específico de un candidato. El general Juan Manuel Iguarán –otro general, al que todo el mundo le decía Juanito– fue encomendado para llevar esos papeles a Bogotá. En una escala que hizo en Barranquilla, sus colegas militares lo convencieron de que pusiera el nombre de Reyes en vez de escoger a su paisano Vélez
.
Lo más increíble de todo el episodio es que, con esos votos guajiros, Reyes ganó apretadamente la elección. Los historiadores bautizaron aquel episodio con el nombre solemne de ‘El registro de Padilla’, pero el pueblo, que es más ingenioso y picaresco, le puso ‘El chocorazo de Padilla’. Y así se conoce hasta hoy.

Olaya y el poeta Valencia

Todavía estaba ardiendo el debate por lo que pasó en La Guajira. En los dieciséis años que van de 1914 a 1930, el país fue gobernado por cuatro presidentes, conservadores todos, elegidos directamente por el pueblo. Fueron ellos José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez.
Entonces llegaron las votaciones del año 30 y la llamada ‘hegemonía conservadora’, que parecía invencible y eterna, fue derrotada por el candidato liberal Enrique Olaya Herrera. Se armó la gorda porque los conservadores, que estaban acostumbrados a ganar, le encontraron una sola explicación a esa inesperada derrota: que les habían hecho trampa.
Trifulcas y zambapalos por todo el país. Fue en ese momento cuando la palabra ‘chocorazo’ volvió a hacerse popular en Colombia entera, la mencionaban en todas partes y salió publicada por primera vez en los periódicos nacionales. Como quien dice, desde allí quedó bautizada oficialmente.
La verdad, según las investigaciones más serias, y de acuerdo con los historiadores más imparciales y confiables, es que no hubo fraude alguno. Lo que ocurrió fue que los liberales concurrieron unidos en torno de Olaya, que sacó 370.000 votos, mientras que los conservadores iban divididos entre el poeta Guillermo Valencia, que obtuvo 240.000, y el general Alfredo Vásquez Cobo, con 213.000.
Fue la división lo que venció al conservatismo, como lo demuestran las cifras, siempre tan elocuentes y tercas.
2. Esta fotografía, capturada el domingo 5 de agosto de 1934, reúne a tres presidentes liberales de Colombia: Alfonso López Pumarejo, Enrique Olaya Herrera y Eduardo Santos Montejo. Fue captada durante un homenaje al presidente saliente, Olaya Herrera, en el momento en que saluda a la cámara. Además lo acompañan su esposa y su hija.

2. Esta fotografía, capturada el domingo 5 de agosto de 1934, reúne a tres presidentes liberales de Colombia: Alfonso López Pumarejo, Enrique Olaya Herrera y Eduardo Santos Montejo. Fue captada durante un homenaje al presidente saliente, Olaya Herrera, en el momento en que saluda a la cámara. Además lo acompañan su esposa y su hija. Foto:Archivo EL TIEMPO.

La madre patria del término

Volvamos al comienzo de esta crónica. Allí les dije que el chocorazo, como vocablo del lenguaje popular, es típicamente colombiano, pero tiene sus orígenes y sus antepasados en España. Es que de allá nos llegaron tantas herencias, buenas y malas.
Antiguamente, los españoles le decían ‘pucherazo’ al fraude electoral. Vean ustedes que todo se va ligando en esta vida. El puchero, allá, es una vasija de barro y también el potaje delicioso que se cocina en ella. Un utensilio, como lo es el chócoro en Colombia. Son parientes cercanos. La relación completa de padre a hijo. Del puchero al chócoro y del pucherazo al chocorazo no hay sino un paso. Todo lo que converso me sale en verso.

El campeonato mundial

Mientras avanzaba en la búsqueda y rebúsqueda de datos e informaciones sobre el dichoso tema, fui armando la lista de los países más mencionados en la historia universal del chocorazo.
Vergüenza: el primero de todos es Colombia, seguido de Venezuela, México y Argentina. Vienen luego dos naciones europeas, España y Ucrania, y finalmente Nigeria, que queda en África.
Esas siete son las naciones donde más fraudes se han cometido. Los colombianos de generaciones recientes todavía recuerdan lo que pasó hace cincuenta años exactos, en abril de 1970.
¿En qué momento de nuestra historia el chócoro de cocina se convirtió en fraude electoral? ¿Cuándo fue usado por primera vez en ese sentido y por qué motivo?
En medio de una campaña política virulenta y violenta, llegó el día de escoger presidente. Se disputaban el cargo Misael Pastrana Borrero y el general Gustavo Rojas Pinilla, que había sido presidente por golpe de Estado entre 1953 y 1957, cuando lo derrocó el mismo Frente Nacional que ahora representaba Pastrana.
Gustavo Rojas Pinilla (1953 - 1957) fue uno de los 3 mandatarios nacidos en Boyacá. Fue el único Presidente en llegar al poder por medio de un golpe de estado. Los otros dos presidentes boyacénses son Rafael Reyes Prieto y Enrique Olaya Herrera.

Gustavo Rojas Pinilla (1953 - 1957) fue uno de los 3 mandatarios nacidos en Boyacá. Fue el único Presidente en llegar al poder por medio de un golpe de estado. Los otros dos presidentes boyacénses son Rafael Reyes Prieto y Enrique Olaya Herrera. Foto:CEET

Epílogo

Aquella noche del 19 de abril, el país entero seguía las noticias radiales. La disputa era voto a voto. De súbito, el Gobierno suspendió todas las transmisiones. En las calles la gente gritaba “chocorazo”. Hubo manifestaciones, disparos y desmanes. Toque de queda. Orden de irse a dormir todo el mundo. Rojas y su familia quedaron presos en su propia casa.
Hace pocos meses apareció el libro Oscuro abril, escrito por Sandra Rodríguez y María Ximena Plaza. Es una excelente investigación de historia y periodismo, pero todavía no sabemos con exactitud qué fue lo que pasó aquella noche. ¿Hubo chocorazo o no?
¿De qué se extrañan ustedes, si han pasado apenas cincuenta años? Al mariscal Sucre lo mataron hace ciento noventa años, en la montaña de Berruecos, en la frontera con el Ecuador, y todavía no sabemos quién lo hizo. Ni quién fue el que organizó la conspiración septembrina contra Bolívar en Bogotá. Nada nuevo: esa es Colombia…
JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO

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