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Darío Gómez: tres días de duelo por el 'rey del despecho'

El músico dejó un legado de más de 900 canciones e impulsó a los artistas de este género.

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“No habrá suficiente aguardiente en este país para despedir a Darío Gómez”. Este ha sido el tono de los trinos que se empezaron a mover en las redes sociales luego de conocerse la muerte del legendario músico, ocurrida este lunes 25 de julio en la noche en Medellín.
Seguro hay mucho de razón. A Darío Gómez sus seguidores lo recordarán con aguardiente y con sus canciones. Una iración desmedida llevó a muchas personas el lunes, en la noche, a la clínica Las Américas, de Medellín; personas de todas las edades –niños, adultos, adultos mayores y jóvenes- que llegaron en moto, en carros y a pie, y cantaron sin parar hasta que el cuerpo del artista fue llevado a Medicina Legal.
Darío Gómez, según se supo, tuvo un gran lunes. Se levantó muy temprano y muy feliz, hizo vueltas y estuvo en su oficina en la capital antioqueña. Y al final de la tarde, cuando iba a salir a una reunión de trabajo, se sintió mal y cayó al piso. Su esposa Olga Lucía Arcila pidió asistencia médica y luego lo acompañó al centro hospitalario, al que llegó sin signos vitales. A las 7:31 p.m., dice el parte médico, se declaró su fallecimiento.
Dejó todo un legado en la música del despecho. De hecho, seguirá siendo el ‘rey’ del género. Así le puso un oyente de una emisora de Cali que llamó y tenía todas las ganas del mundo de ganarse uno de los discos de Gómez que se regalaban. Llamándolo así quedó como un príncipe, obtuvo su acetato y, de paso, coronó a Gómez para siempre.
En los años 80, Darío Gómez era director artístico de la disquera Codiscos. Pero después de trabajar para otros artistas en sus días laborales, salía los viernes en la tarde y llenaba su carro con sus propias grabaciones y se iba para Pereira, Armenia y Cali, a promocionar sus canciones. Ya había pasado por compositor de temas tropicales que le grabaron Los Hispanos, entre otros.
Pero se instaló en el despecho con mucha confianza por cuenta de un amor ingrato. Músico —contó su hermano William Gómez— fue desde chiquito. “La música nació con él, llegó al mundo siendo guitarrista. A los 5 años oía a Rodolfo Aycardi y a Olimpo Cárdenas, y salía a cantar a las calles. La gente le decía que cantara y él ya tenía en su cabeza y su corazón la idea de ser un artista”, le narró a la emisora La W.
Pese a haber sido uno de los compositores más prolíficos del país, “no aprendió a leer música, no diferencia una nota de otra en el pentagrama, pero asegura que el noventa y cinco por ciento de las melodías son de su autoría. Las tararea a sus músicos: ‘Los violines taratantaran... y luego entran las trompetas popopomm, y luego las guitarras tiriritirin... y ellos me siguen", le contó a María Alejandra Villamizar para una crónica en la revista Donjuan, en el 2011.
Gómez compuso más de 900 canciones. Muchas son éxitos y sus seguidores se las saben completas, las cantaban con emoción y despecho en sus conciertos, espectáculos con lleno completo en los que Darío Gómez exigía a los promotores un sonido perfecto, precisamente para que la gente entendiera las letras.
Siempre se vestía de traje y corbata o esmoquin (en el 2011 tenía 45 en su clóset) y le dio categoría al despecho. Su esposa, Olga Lucía Arcila, era la encargada de que siempre estuviera bien vestido. Y de los videos. Y de organizarle la plata, como le contó a Villamizar.
Atrás, su grupo de músicos: todos amigos, un conjunto de hombres entregados a guitarras, violines, guitarrones y trompetas, lo seguían.
Según se ha dicho, Gómez gozaba de buena salud, aunque sí fumaba mucho, el único vicio que tenía, como lo reconoció varias veces. Le gustaba viajar y llegó hasta Rusia. En uno de esos recorridos, en París, grabó el video de Nadie es eterno, su canción más famosa.
Esa canción —le dijo a Villamizar— nació “tomando aguardiente”. Su amigo Luis le contó que el antiguo cementerio de San Jerónimo, Antioquia, de donde era oriundo, se había convertido en un barrio y lo convidó a seguir la rasca en una tienda en la que les pasaban las copas por una ventanita y que por ahí se veían restos humanos regados. La señora que los atendió les dijo que aún la Alcaldía no había mandado a recoger los huesos de los muertos. Y Luis, en plena borrachera, le dijo que esos restos estaban ahí para que él los viera y compusiera una canción. Luis le preguntó cómo la titularía y después de ver las bóvedas abiertas, dijo: ‘Nadie es eterno en el mundo’, hermano’, y Luis le contestó, ‘¿Si ve, hombe? Es que usted es muuuuy inteligente”.
“Cuando ustedes me estén despidiendo, con el último adiós de este mundo, no se olvide que nadie es eterno, nadie vuelve del sueño profundo…” dice una de sus frases. Y sí, Gómez ya no está en el universo, pero su canción, desde hace mucho tiempo, ya ha sido inmortalizada por mariachis y tríos en sepelios de ciudades, pueblos y veredas; incluso, el mariachi mexicano Antonio Aguilar hizo una versión con esta melodía.
Gómez, que no era un hombre que se jactara de su éxito, sino un ser lleno de humildad, no negaba una colaboración. Las hizo con Francy, Arelys Henao y Alzate, sus colegas populares, entre muchos otros. Con Francy, contó la artista, fue muy especial. Ella, a los 9 años ya cantaba. Y su papá la acompañaba en las presentaciones. En un concierto, Gómez la oyó y le prometió ayudarla cuando tuviera su propia disquera. Años después, cuando nació Discos Dago, la llamó para cumplirle la promesa.
Con el cantante popular Alzate grabó Copita de licor, un tema que a tan solo un día de haber sido lanzado, en el 2018, alcanzó 1’500.000 reproducciones. Y Arelys también le agradece haber impulsado su carrera grabando juntos un tema.
Jaime Andrés Monsalve, jefe musical de la Radio Nacional de Colombia, melómano y escritor, dice que a los cantantes del despecho se “les murió el papá”, y para intérpretes como el Charrito Negro, el hermano. Toda esta generación nunca lo sintió como una competencia ni el que llegaba a dar codazos.
“El conjunto de la música del despecho colombiana es un gran clan y eso se lo deben a Darío Gómez. Él les abrió los caminos, les labró el terreno, los unió. Con su disquera les dio un aval y los posicionó en el olimpo del despecho. De ahí que todos lo despidan con un gran agradecimiento”, dijo Monsalve.
Y destaca su generosidad. Sin embargo, aclara que al igual que sus millones de seguidores, esperaba que la noticia no fuera cierta. “Todo lo que él daba lo hacía a manos llenas. Llevó a muchos artistas a los medios, a las plataformas. Y como persona era el mismo arriba o abajo del escenario: un caballero, consecuente con su obra, que será eterna; con lo que le gustaba al público, con sus amigos y familia, que lo adoran, y con la gente, que lo ama”.
De hecho ayer, en Medicina Legal, en Medellín, antes de que su cuerpo fuera llevado al coliseo Iván de Bedout, sus seguidores lo lloraban con sentimiento.

El origen de un ídolo

Nacido el 6 de febrero de 1951, a Darío Gómez, además de Nadie es eterno, se le deben canciones como La oveja negra, Tú y la gente, El hijo del amor, Corazón resentido, entre muchas otras. Y hasta hizo el cover de Sobreviviré, de Gloria Gaynor, muy a su estilo popular.
A los 14 años empezó a componer. Primero fueron unos versos. Luego llegaron las canciones. Mientras, trabajaba en agricultura y mecánica.
Su primer paso fue irse a vivir a Medellín, buscando su futuro. Luego, vinieron los conciertos, cada vez más frecuentes. Paró en pandemia, por obvias razones, pero había vuelto con fuerza y tenía planeado presentarse en Cali el sábado que viene.
Alci Acosta, cantante y referente del bolero popular, contó ayer que eran muy cercanos y que varias veces caminaron Nueva York juntos, coincidiendo en sus viajes, y hablaban de la vida y de la música.
La música consagró a este hijo de San Jerónimo, donde se decretaron tres días de duelo por su fallecimiento y donde no solo nació él: también sus 12 hermanos. Allá también vio la luz La casita vieja, su primera canción.
“Darío Gómez tiene sentido de universal y tanto él como su música lo seguirán siendo. Interpeló un sentimiento mundial, que es el despecho, una certidumbre que nos toca a todos: la tusa, cuya única manera de sublimarla es con el arte, la canción, haciendo de ella una posibilidad de canto herido ligado con aguardiente. En su caso, de una manera muy acertada”, agrega Monsalve.
Según se ha dicho, Gómez había pedido que su velorio durara dos días y medio para que todos sus seguidores pudieran verlo por última vez. Y también, que dejó el listado de canciones que quería en su sepelio.
Padre de seis hijos; una de ellas, Luz Dary, murió en Medellín. Iba en un bus y la alcanzó una bala perdida. Gómez se dedicó a criar a Daniela, su nieta, hoy una joven de 20 años, y que fue el sentido de su vida. Dejaba de hacer lo que fuera para recibir sus llamados.
También, y por salvar a su mamá, mató a su papá. Según el músico, su padre fue ‘enyerbado’ por una amante y se convirtió en un hombre violento. Por quitarle el arma, para que no asesinara a su mamá, se disparó y lo impactó; el hombre murió de forma instantánea.
“Se nos fue el mejor cantante de Medellín, el mejor de los mejores”, dijo uno de sus seguidores llorando en televisión. Pero su recuerdo quedará: como el padre de sus hijos y de los músicos populares, como el señor y rey del despecho, una corona que no tiene un sucesor. No por ahora. Y seguramente se agotará el aguardiente en estos días.
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
Redacción Cultura EL TIEMPO

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