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Gabriel García Márquez, un colombiano inmortal

Perfil de la vida del autor de 'Cien años de soledad', al celebrarse 40 años de su Nobel.

Gabo nació el 6 de marzo de 1927, en Aracataca (Magdalena). Murió en México, en 2014.

Gabo nació el 6 de marzo de 1927, en Aracataca (Magdalena). Murió en México, en 2014. Foto: EFE

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“Luisa, con veintiún años cumplidos, regresó a su Aracataca natal en una mañana de febrero, sin su esposo, tras casi dieciocho meses de ausencia. Estaba embarazada de ocho meses y llegaba mareada del barco, tras otra travesía turbulenta de Riohacha a Santa Marta. Unas semanas después, el domingo 6 de marzo de 1927, a las nueve de la mañana, en medio de una tormenta poco habitual para esa época del año, dio a luz a un niño, Gabriel José García Márquez.
Luisa me contó que su padre había salido temprano a misa cuando las cosas ‘se ponían mal’, pero cuando volvió a casa todo había acabado. El niño nació con una vuelta de cordón alrededor del cuello –luego él mismo atribuiría su tendencia a la claustrofobia a aquel contratiempo temprano– y pesó, según se dijo, cuatro kilos doscientos gramos. Su tía abuela, Francisca Cimodosea Mejía, propuso que lo frotaran con ron y le echaran agua bendita, por si había algún otro percance”.
Así rememora el biógrafo inglés Gerarld Martin, en ‘Una vida’, la llegada al mundo del autor de ‘Cien años de soledad’ y Premio Nobel de Literatura de 1982, quien
A juzgar por la descollante vida que tuvo ‘Gabito’ -como lo llamaban sus amigos y familiares más cercanos-, el extraño menjurje de ron y agua bendita de la tía Francisca produjo en su querido sobrino el efecto contrario: le impuso sobre su destino la estrella luminosa del éxito.
Los años de infancia en la casa de sus abuelos -Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán- fueron determinantes en la vida de pequeño García Márquez, antes de ingresar al Colegio de San José, en Barranquilla, en 1936.
En 1940, gracias a una beca, el joven Gabriel se trasladó a Zipaquirá, donde recibió el título de bachiller en el Colegio Nacional, y, además, fue escogido para pronunciar el discurso de grado. Desde entonces, ya mostraba su alergia a este tipo de distinciones: "¿Qué hago yo encaramado en esta percha de honor, yo que siempre he considerado los discursos como el más terrorífico de los compromisos humanos?", puntualizó el escritor.
Por esos años, influido por lecturas de libros de escritores, como Kafka y Joyce, comenzó a escribir una novela, titulada ‘La casa’, fundamento de lo que más tarde sería su obra cumbre, ‘Cien años de soledad’.
En 1947, entró a estudiar Derecho y Ciencias Políticas, en la Universidad Nacional, que continuó en Cartagena, debido al cierre del plantel educativo capitalino, luego de los sucesos del 9 de abril. En la Heroica, también hizo sus primeros coqueteos con el periodismo, en el diario El Universal, profesión que se convertiría en otro de sus amores entrañables.
Aída García, su hermana, le contó a este diario, en una oportunidad, que en aquellas épocas, el padre de Gabo era el que repartía las profesiones y que a ‘Gabito’ le había tocado la de abogado. “No sé que voy a hacer cuando termine Derecho. Voy a colgar el diploma”, agrega Aída que comentó, entonces, su hermano en la casa.
Del Corralito de Piedra se trasladó a la Arenosa, en 1950, en donde se vinculó al denominado Grupo de Barranquilla, en el que hizo amigos inolvidables, entre los que se encontraban Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Alejandro Obregón, Germán Vargas y Ramón Vinyes.
De manera paralela, continuó sumergiéndose en las aguas del periodismo, esta vez desde El Heraldo, donde escribía su famosa columna ‘La jirafa’, que firmaba con el seudónimo de ‘Séptimus’.
Para 1954, regresó a la capital colombiana y se vinculó al diario El Espectador. Además de ganar varios concursos de cuento, publicó sus famosas crónicas sobre el marino Luis Alejandro Velasco, que, en 1970, darían vida al libro ‘Relato de un náufrago’.
Gabo y Mercedes Barcha se casaron en marzo de 1958, en Barranquilla.

Gabo y Mercedes Barcha se casaron en marzo de 1958, en Barranquilla. Foto:Archivo EL TIEMPO

El amor de su vida

Por esa época, además de viajar a Europa, donde conoció a varios de los escritores con los que conformaría el ‘boom’ latinoamericano, García Márquez finalizó ‘El coronel no tiene quien le escriba’ y se casó, en 1958, con Mercedes Barcha, su sostén y amor de la vida.
Se habían conocido desde que ella tenía unos 12 ó 13 años y vivía en Magangué. “Duraron años de novios, incluso, cuando Gabriel se fue para Europa. Estuvo en Suiza, luego en París y en Italia, y desde allá le escribía a Mercedes”, recuerda su hermana Aída.
Un año más tarde, mientras abría con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza la agencia cubana de noticias Prensa Latina, nació su hijo mayor, el cineasta Rodrigo García Barcha.
En 1962, cuando ya se encontraba en México, vino al mundo su segundo hijo, Gonzalo. Por entonces, inició la creación de ‘Cien años de soledad’, cuya primera edición, en 1967, se agotó en pocos días, presagiando el éxito y legado que tendría para la literatura universal.
Esos años fueron especialmente difíciles en términos económicos para la familia García Barcha. La escritora mexicana Elena Poniatowska recuerda, en la biografía de Martin, que por esos días, Gabo había sido invitado por el Ministerio de Asuntos Exteriores mexicano a dar una charla. En lugar de eso, el escritor cataquero aprovechó para ‘medirle la temperatura’ a su obre cumbre, leyendo un fragmento.
“Cuando terminé y bajé del escenario, la primera persona que me abrazó fue Mercedes, con una cara –yo tengo la impresión de que desde que me casé, ese es el único día en que me di cuenta que Mercedes me quería– porque me miró ¡con una cara!... Ella tenía por lo menos un año de estar llevando los recursos de la casa para que yo pudiera escribir, y el día de la lectura la expresión en su rostro me dio la gran seguridad de que el libro iba por donde tenía que ir”, le comentó ‘Gabo’, en una entrevista, a su amiga Poniatowska.
Apuleyo Mendoza recuerda que, por esa época, se inició la gran amistad de García Márquez y Fidel Castro, cuando, por error, Apuleyo autorizó que apareciera la firma de ‘Gabito’ en una carta cortés de protesta contra Castro, que firmaban los escritores del ‘boom’, por el apresamiento del poeta Heberto Padilla.
Gabo, luego, le confesó en una carta a Plinio que no hubiera querido firmarla, a lo que su amigo, de inmediato, procedió a desmentir la noticia. “Esa rectificación circuló por el mundo y le llegó a Fidel Castro, quien logró que Gabo pasara por La Habana, y allí nació esa amistad profunda”, anota Apuleyo.
Entre tanto, el reconocimiento internacional por Gabo seguía creciendo como espuma, hasta ganar, en 1972, el Premio Rómulo Gallegos.
Dos años más tarde, creó la famosa revista ‘Alternartiva’, en compañía del periodista Enrique Santos Calderón, quien recuerda que “no fue fácil convencer a García Márquez de fundar una revista de izquierda en la Colombia de mediados de los 70. Aunque tenía claros compromisos públicos con la causa, no creía en semejante aventura en un país donde la efervescencia de los grupos revolucionarios iba de la mano de su canibalismo político”.
En 1975, apareció ‘El otoño del patriarca’, novela que intentó marcar distancia de la poderosa sombra que era ‘Cien años de soledad’. De hecho, el libro no fue bien recibido, en un principio, por los lectores. Con los años, la crítica llegaría a catalogar ‘El otoño…’ como una de sus obras icónicas de su novelística.
“En ‘El olor de la guayaba’, cuando le pregunté cuál era su mejor obra, él me dijo que ‘El otoño…’. Es su libro más complejo, que le llevó tres versiones y, si sumamos, creo que le llevó casi 17 años de escritura. Es una pieza de orfebrería literaria. Mucho tiempo después decidió que su mejor libro era ‘El amor en los tiempo del cólera’”, recuerda Plinio.

El día de la inmortalidad

En octubre de 1982 ganó el Premio Nobel de Literatura.

En octubre de 1982 ganó el Premio Nobel de Literatura. Foto:Archivo EL TIEMPO

La influencia internacional de García Márquez seguía creciendo de la mano de los reconocimientos, como la ‘Legión de honor’ en el grado de comendador del Gobierno francés, que ya hacían prever la noticia que conoció el mundo el jueves 21 de octubre de 1982: el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura, que lo consagraría como el escritor más importante de las letras colombianas y uno de los más destacados de la región y del mundo.
Gabo y Mercedes habían ido la noche anterior a comer a casa de su amigo Álvaro Mutis, para reducir las ansias, pues un amigo suyo de Estocolmo los había llamado a decirles que todo parecía indicar que él era el escogido, cuenta Martin en su biografía. “A las 5:59 de la mañana siguiente, hora de Ciudad de México, Pierre Short, viceministro de Asuntos Exteriores sueco, lo llamó a casa y corroboró la noticia del premio. García Márquez colgó el teléfono, se volvió a Mercedes y dijo: ‘Estoy jodido’”.
De manera paradójica, los años posteriores al otorgamiento del Nobel, a pesar de los compromisos internacionales, fueron para el escritor cataquero de gran productividad literaria. Habían comenzado con la publicación de ‘Crónica de una muerte anunciada’, al despuntar la década de los 80. A esta, seguirían ‘El amor en los tiempos del cólera’ (1985), ‘El general en su laberinto’ (1989), ‘Doce cuentos peregrinos’ (1992), ‘Del amor y otros demonios’ (1994) y ‘Noticia de un secuestro’ (1996).
En los años siguientes, además de ser escogido por la revista ‘Time’ y EL TIEMPO, entre otros medios, como uno de los personajes del siglo XX, y motivado por esa otra pasión suya que era el periodismo, ‘Gabo’ adquirió, junto con otros amigos, la revista Cambio, en 1998.
Infortunadamente, unos años más tarde, le fue diagnosticado un linfoma (cáncer del sistema inmunológico), que lo obligó a someterse a una intensa terapia en Los Ángeles (EE. UU.). Martin, quien lo visitó a finales de 1999 anota: “Estaba más delgado de lo que lo había visto jamás, y con muy poco pelo, pero lo hallé lleno de vigor. Volvió a acudir a mí el pensamiento de que él, que durante toda la vida había dicho temer a la muerte, a la hora de la verdad demostraba ser uno de los grandes luchadores”.
El 2002 fue un año contradictorio, pues, aunque despidió a su madre Luisa Santiago Iguarán que, junto con su esposa Mercedes y su agente literaria Carmen Balcells conformaron lo que su amigo Conrado Zuluaga llamó su “santísima trinidad”, Gabo publicó sus esperadas memorias ‘Vivir para contarla’, que el mundo lector esperaba con gran expectativa.

¡Y volaron mariposas amarillas!

Homenaje histórico en el Congreso de la Lengua Española de Cartagena.

Homenaje histórico en el Congreso de la Lengua Española de Cartagena. Foto:Archivo EL TIEMPO

Pero, sin lugar a dudas, el 2007 quedó grabado en la memoria de García Márquez como uno de los años inolvidables de su existencia, en el que celebró cuatro importantes aniversarios: los 80 años de vida, los 60 de su primer cuento, los 40 de la publicación de su obra cumbre y los 25 de haber recibido el Nobel.
Por ello, el país entero se volcó en homenajes y, en el marco del IV Congreso de la Lengua Española, que tuvo lugar en Cartagena, y que contó, entre otros, con la presencia de ilustres personalidades y amigos suyos, como Bill Clinton, Carlos Fuentes y los reyes de España, la Real Academia Española presentó la edición conmemorativa de ‘Cien años de soledad’, en un hecho que la equiparaba al ‘Quijote’. El tiraje fue de 500 mil ejemplares.
“Cuando le pedimos el permiso y la RAE empezó a preparar el texto, encontramos que varias ediciones de ‘Cien años de soledad’ tenían un texto distinto: faltaba una palabra, la puntuación era diversa, etc. Entonces, me puse en o con Gabo y se lo expliqué. Le dije que le iba a mandar unos grandes folios con la manera como aparecía en diferentes ediciones. Fue una tarea hermosísima. Y luego, la presentación en Cartagena fue uno de los actos más conmovedores que hemos vivido”, recuerda el ex director de la RAE Víctor García de la Concha.
''No sé a qué hora sucedió todo. Solo sé que, desde que tenía 17 años hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme temprano todos los días y sentarme frente a un teclado para llenar una página en blanco”, comentó Gabo ese día, en su discurso de agradecimiento.
Salvo unos pocos viajes internacionales, o una corta estadía en su residencia de Cartagena, en los años posteriores, el Nobel colombiano mermó sus actividades públicas de manera considerable, principalmente, debido al deterioro de su memoria y a la presencia de algunas dolencias físicas, que lo llevaron a recluirse en su residencia de Ciudad de México, donde pasa sus días al lado de la ‘Gaba’, su adorada esposa y compañera de vida.
CARLOS RESTREPO
CULTURA EL TIEMPO

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