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Jaime Echenique: el único colombiano que ha jugado en la NBA

El basquetbolista Echenique marcó un hito en la historia del deporte. Contó su historia en BOCAS

El basquetbolista nació en Barranquilla en el barrio San Francisco.

El basquetbolista nació en Barranquilla en el barrio San Francisco. Foto: Natalia Hoyos

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30 de diciembre del 2021. Mientras la mayoría de colombianos se preparaban para despedir el año junto a sus familias, Jaime Echenique cumplía el sueño que tuvo de niño: ser basquetbolista profesional y llegar a la NBA.
La edición 117 de la Revista BOCAS estará en circulación a partir del domingo 29 de mayo de 2022

La edición 117 de la Revista BOCAS estará en circulación a partir del domingo 29 de mayo de 2022 Foto:Revista BOCAS

Días previos a su debut, Echenique había firmado un contrato por 10 días con el equipo Washington Wizards de la NBA. En aquel mes, el covid-19 golpeaba la nómina del equipo de la capital de Estados Unidos y fue así como la franquicia tuvo que buscar jugadores de la G-League (la segunda división), para completar su nómina.
El jugador Montrezl Harrell –ala pivote, hoy en los Charlotte Hornets– fue separado de la nómina por los protocolos de bioseguridad y por eso el equipo de Washington decidió convocar al barranquillero, que ya había estado meses atrás en los campos de entrenamiento del equipo y que, para ese entonces, jugaba con los Capital City Go-Go.
Ese jueves de diciembre, los Wizards recibieron por la temporada regular a los Cleveland Cavaliers y ante 15.673 espectadores que llegaron al Capital One Arena, Echenique se convirtió en el primer colombiano en jugar un partido oficial en la máxima categoría del básquet profesional de los Estados Unidos.
Fueron 3 minutos, en los que el barranquillero no logró anotar puntos ni sumar rebotes. Pero ahí estaba poniendo la primera piedra de una larga carrera. Para algunos, podrá ser muy poco, para otros, algo significativo y poderoso. Jaime había logrado lo que ningún otro compatriota suyo había podido hacer: jugar en la máxima categoría del baloncesto norteamericano.
Esa noche compartió camerino y plantel con estrellas de la NBA de la talla de Bradley Beal –quien tiene un contrato de 33 millones de dólares por temporada–, Kyle Kuzma –quien factura 13 millones por año– y Caldwell-Pope –con la misma cifra de salario–. Justamente, esos tres fueron los mejores de su equipo en la victoria de los Wizards 110-93.
Tres minutos que quedan en la historia del deporte nacional. Tres minutos tan efímeros como importantes. Tres minutos que recuerdan lo cerca que estuvieron otros colombianos de debutar, pero que, por diferentes circunstancias, no les alcanzó. Entre ellos, Álvaro Teherán, quien estuvo cerca de jugar con los Filadelfia 76ers en los 90, y Braian Angola, último colombiano en firmar un contrato con un equipo de la NBA (Orlando Magic). A ellos se les recordaba justamente ese día, porque muy a pesar de los comentarios de algunos, esos 3 minutos cambiaron la vida de Jaime Echenique y de paso la historia del básquet en Colombia.
No me gusta decir que soy el primer colombiano en la NBA ni nada de eso, pero sí me ha costado mucho esfuerzo y mucho sacrificio llegar hasta acá”.
Este barranquillero de 25 años creció en el noroccidente de la capital del Atlántico, en el barrio San Francisco. Es hijo único del matrimonio entre Jaime Echenique y Lidis Salinas. Habla de sus padres con orgullo. Su papá, un incansable trabajador de la empresa de transportes del Atlántico, y su mamá, una cocinera de la reconocida cadena de restaurantes Crepes & Waffles, son la fuente de inspiración para este gigante de 2 metros con 11 centímetros. “Prácticamente yo me crie solo en el barrio. Mis papás trabajaban de sol a sol y yo me las arreglaba entre el colegio, mis amigos y los vecinos que me acompañaban cuando mis padres no estaban, sin embargo, a ellos les debo todo”.
En su niñez, Jaime no tenía pinta de basquetbolista. Su físico aún no mostraba rasgos llamativos para marcar diferencia en el deporte de la pelota naranja. Cuando apenas tenía 14 años, todo cambió. Viajó a Magdalena a visitar a su familia materna y cuando regresó a Barranquilla su figura era irreconocible. Se había estirado casi 9 centímetros y su cuerpo estaba lejos de ser el de un adolescente de su edad. Gracias a eso, en el Colegio Pestalozzi le insistieron en que empezara a jugar básquet. Él aceptó, más allá de tener claro que no era un elegido por su talento para ese deporte. Poco a poco le fue cogiendo el gusto. Tanto así que ya no solo jugaba en los espacios del colegio, sino que cuando terminaba la jornada escolar se iba a una cancha cerca de su casa a perfeccionar los lanzamientos, los rebotes y los saltos.
Por esos días, jugaba básquet junto con 4 amigos todas las tardes. La idea de llegar al profesionalismo se fue metiendo en la cabeza de Jaime. Los partidos intercolegiados se convirtieron en encuentros departamentales y luego en cruces nacionales. Echenique, junto con sus 4 amigos, recorrían diariamente entre 6 y 7 kilómetros desde su barrio hasta la sede de su equipo departamental para entrenar todos los días. Sin duda, la figura de Jaime era llamativa, sin embargo, su técnica no era la más depurada. Así lo afirma uno de los cazatalentos que lo vieron jugar en Medellín: “Jaime no era el mejor clavando, ni tenía la mejor técnica de lanzamiento, pero tenía todo el potencial físico, aparte de una disciplina y entrega única; en eso nos fijamos cuando vimos la posibilidad de acercarlo al básquet universitario de Estados Unidos”.
Jaime Echenique

Jaime Echenique Foto:@NBALATAM

Antes de eso, Jaime había decidido irse a vivir a Medellín. Su objetivo estaba claro: ser basquetbolista profesional a como diera lugar. Vivió en la villa olímpica y se buscaba un espacio en el equipo Academia de la Montaña. Fue ahí donde unos ojeadores de Bogotá lo convencieron de viajar a la capital para entrenar, fortalecer y mejorar la técnica para buscar un cupo en una de las universidades de Estados Unidos. Y así sucedió. Jaime consiguió una beca en Junior College de Texas para estudiar Artes Liberales y también jugar en el equipo de básquet de esa institución. Allá también estaban los colombianos Andrés Ibargüen y Yildon Mendoza, quienes habían sido enviados por la misma agencia de cazatalentos que estaba impulsando la carrera del barranquillero.
Luego de terminar el College en Texas, Echenique fue fichado por Wichita State en Kansas, donde eligió estudiar y se graduó de psicólogo y sociólogo, además de tener uno de los mejores rendimientos deportivos en el equipo de básquet con unos números tan llamativos que lo convencían cada vez más de pisar los maderos de la NBA.
Fueron 4 años duros en los que combinaba sus estudios con la participación en el equipo principal de básquet. Por su condición de becario no podía descuidar ninguno de los dos frentes, aunque con el paso de los meses y el buen rendimiento dentro de la cancha, Echenique se fue ganando el respeto y el cariño de los estudiantes y profesores de su universidad. Para la temporada 2019-2020, Jaime se presentó al draft de la NBA. El draft es el espacio que se tiene cada temporada en el que los 30 equipos profesionales eligen los mejores jugadores del circuito universitario para firmar contrato y hacerlos parte de la primera división del básquet norteamericano. Desafortunadamente para Jaime, ningún equipo decidió seleccionarlo. Fue ahí donde su debut como profesional tomó otro rumbo.
Sus agentes lograron ubicarlo en España, donde firmó contrato con Acunsa GBC (el equipo de San Sebastián) donde jugó una temporada en la Liga Endesa, la principal liga profesional de baloncesto en España. Allá jugó 18 partidos como profesional con unos números sobresalientes, pero una lesión en una rodilla le impidió seguir compitiendo. Fueron meses duros, de mucha soledad y en los que tuvo que encontrar mucha paciencia, pues los tiempos de recuperación no fueron los esperados.
“Recuerdo ver a Floyd Mayweather en primera fila viendo el partido y dije: ‘ese man vino a vernos y yo estoy incluido en el paquete, o sea que vino a verme’”
Luego de su tratamiento en España, Jaime recibió el llamado de los Washington Wizards para firmar un “contrato de exhibición 10”, un acuerdo contractual que le permitía estar en los campos de entrenamiento del equipo y estar aún más cerca de la NBA. Echenique tuvo destacadas actuaciones que lo llevaron a ser tenido en cuenta para el equipo filial en la G-League, la segunda división del básquet norteamericano, y fue ahí donde estuvo hasta el llamado oficial de Washington en diciembre del 2021.
Luego de firmar el contrato por 10 días con el equipo principal, Echenique estuvo presente en los 5 partidos de esa semana en el calendario de la temporada regular del equipo de los Wizards y tuvo minutos en el primero de esos contra los Cleveland Cavaliers. Luego, por las condiciones del contrato que firmó, tuvo que regresar a la G-League. Una vez terminada la temporada regular de la NBA, Jaime está a la espera de la firma de un nuevo contrato, ya sea en los Estados Unidos o en Europa. Asegura que no le preocupa por ahora su futuro, sabe que tiene los tiempos justos para esperar la mejor propuesta posible y seguir su carrera profesional.
Su gran figura y su talla llamativa se opacan con su sonrisa. Por momentos parece tímido, pero realmente se toma el tiempo necesario para ponerle sentido a cada palabra, a cada respuesta. Echenique ya puso la primera piedra de su carrera y del deporte del básquet colombiano en la NBA. Ahora pasa sus días entre Madrid, donde fortalece y trabaja su parte física, y Barranquilla, donde descansa junto a su familia, y donde espera ese anhelado contrato para poder seguir construyendo el sueño de niño que se forjó en las calles de La Arenosa.
Echenique vive entre Washington, Madrid y Barranquilla

Echenique vive entre Washington, Madrid y Barranquilla Foto:Natalia Hoyos

Hay una escena suya que impactó mucho y son sus lágrimas en la conferencia de prensa luego de haber debutado en la NBA. ¿Qué se le pasaba por la cabeza en ese momento?
No quiero sonar egoísta ni prepotente ni mucho menos. Pero solo pensé en mí. Se me pasó toda mi infancia por la cabeza. Recordé todo lo que había tenido que pasar para llegar a ese momento. Se me pasaron por enfrente todos aquellos que me dijeron que no era capaz, todos esos que me hicieron bullying. Todos los entrenadores que me dijeron que no servía para jugar al básquet y que me llenaron de un fuego interior para darme cuenta que con disciplina y trabajo lo iba a lograr.
¿Tiene algún momento puntual en el que le hayan dicho que usted no servía para jugar básquet?
Sí. Precisamente hace poco me acordé de eso. Fue en el 2015 o 2016. Fui a jugar un torneo sub-20 a Bucaramanga con la Selección Magdalena y en ese momento yo acababa de enviar un video mío a una universidad en Estados Unidos y justo estando allá me respondieron que no me iban a tener en cuenta. Eso me derrumbó. Yo tenía 18 años y regresé frustrado a Barranquilla y decidido a dejar el deporte. Duré una semana llorando. Después llegó un amigo a quien quiero mucho y me convenció de seguir entrenando, me habló y me empujó para volver. Al día siguiente me desperté, miré el techo de mi casa y dije: “no joda, vamos a darle más duro para llegar a donde quiero”.
Usted siempre ha hablado con mucha alegría de su infancia. ¿Qué recuerdos tiene de esa época de su vida?
Los mejores. Prácticamente me crie solo. Mis papás trabajan muchísimo. Pero en el barrio me querían mucho. Recuerdo que una vez estaba montando bicicleta por una cuadra y me salió un perro y por estar pendiente de esquivarlo, me fui contra un carro. Lo desbaraté en la parte de atrás. Todo el guardabarros se lo quité del golpe tan bravo que le di. Me asusté mucho porque no tenía cómo pagar el arreglo del carro, pero de una salieron un par de vecinos, me montaron en la bicicleta y me mandaron para la casa. Nadie contó que fui yo y hasta el día de hoy el dueño del carro debe andar buscando al que hizo el daño; seguro acá se está enterando (risas).”
¿Y de esos primeros años jugando básquet en Barranquilla?
Del juego como tal, no. Pero sí de lo que representaba ir a jugar. Éramos 5 amigos y caminábamos cerca de 6-7 kilómetros diarios para ahorrarnos lo del transporte y llegar a la tienda a comprar pan con gaseosa, que nos encantaba. Había días que veníamos desde la Universidad del Norte y parábamos en el Centro Comercial Buenavista y mi mamá ahí nos tiraba helado, agua o cualquier cosa para seguir hasta la casa.
La relación con su papá es muy cercana. Usted habla siempre con mucho orgullo de él. ¿Cuál es la mayor enseñanza que él le ha dejado?
Hacer todo con amor. Yo tenía un compañero que se llama Cassius Winston y nos entendíamos muy bien. Él se convirtió en una leyenda de Michigan State y cuando estaba cansado y sentía que no podía más, me miraba y decía: “I love this shit, man. I love this game”. Y ahí entendí que más allá de lo que puedas estar sintiendo en lo personal, en la cancha se olvida todo solo por el amor al juego, por la fuerza que te lleva a hacer las cosas. Y eso todos los días de la vida mi papá me lo demuestra y me lo repite.
Un compañero cuando  sentía que no podía más, me decía: ‘I love this shit, man’. Entendí que más allá de lo que puedas estar sintiendo, en la cancha se olvida todo solo por el amor al juego
¿Y de Lidis, su mamá?
Es la mujer más trabajadora que yo he visto en mi vida. A esa señora la vi ir a trabajar enferma, con dolores, a veces sin tener qué comer en la casa por diferentes circunstancias y nunca puso una excusa para levantarse e ir a trabajar. Así que las fuerzas que saco para seguir adelante se las debo todas a ella.
Usted desde muy joven está viviendo solo. Prácticamente desde los 18 se despidió de su casa y esa última etapa de formación la afrontó lejos de sus papás. ¿Cómo convive con esa soledad?
Yo he disfrutado mucho cada paso que he dado en mi carrera. Sin duda, la vida en Estados Unidos es muy solitaria, muy distinta a lo que estamos acostumbrados en Colombia. Pero por fortuna encontré personas que me ayudaron mucho. A mi llegada a USA estuve con Ibargüen y Mendoza y ellos me ayudaron muchísimo. Después, sí hubo un año que me costó mucho y fue en España. Yo tuve una relación que terminó y justo coincidió con mi ida a España. Y allá me volví un tipo casi antisocial. Yo iba a entrenar, saludaba a mis compañeros y ya, de ahí me regresaba a mi apartamento. Todo lo hacía solo. No quería saber de nadie. Quería estar conmigo mismo; eso me ayudó muchísimo para aclarar muchas cosas personales.
Y justamente en esa época llega la lesión de su rodilla. ¿Cómo afrontó ese proceso estando tan solo en España?
Fue un año muy complejo. Estaba muy frustrado. Fueron meses de mucho estrés. Primero, no me habían elegido en el draft de la NBA. El equipo en España no tenía buenos resultados. A mí no me gusta perder y no la estaba pasando bien. En parte puede que la lesión haya llegado por el estrés. Entonces decidí tomarme ese momento con mucha reflexión y descanso. En ese momento sentía que mentalmente no estaba equilibrado, así que me enfoqué en el trabajo físico y en el descanso y eso me ayudó muchísimo.
Vamos al día en que debutó en la NBA. ¿Qué recuerda de ese día?
Para mí, ese día fue un día común y corriente. Sí, claro, era el debut, así que impresionante. Era mi sueño, ese día firmé lo que estaba esperando por toda mi vida. Pero realmente un recuerdo que tengo muy marcado fue en la pretemporada del año pasado cuando fuimos a jugar contra los Knicks en el Madison Square Garden y recuerdo ver a Floyd Mayweather en primera fila viendo el partido y dije: “Ese man vino a vernos y yo estoy incluido en el paquete, o sea que vino a verme”. Fue algo de locos [risas]. Ese día en Nueva York había cualquier cantidad de artistas y estrellas de Hollywood, estaba llenísimo y yo no creía estar ahí jugando con los que en algún momento fueron mis ídolos.
Tiene 25 años y es sociólogo y psicólogo de la Universidad de Wichita en Estados Unidos

Tiene 25 años y es sociólogo y psicólogo de la Universidad de Wichita en Estados Unidos Foto:Natalia Hoyos

¿Quiénes son sus ídolos de la NBA?
Tim Duncan, sin duda, es mi favorito. Pero también LeBron James y Dirk Nowitzki. Y de épocas anteriores: Shaquille O’Neal y Derrick Rose. Recuerdo el día que me tocó enfrentar a James Harden, que me quedé mirándolo y dije: “¡Guauuu, acá estoy frente a él!”. De hecho, ese día me hizo el step back, y yo le alcancé a pegar en la mano, pero siguió derecho y en vez de darme rabia me asombré y me di cuenta que estaba donde siempre había soñado estar.
¿Cómo es el trato de las “superestrellas” y en general de los basquetbolistas con los latinos, que en realidad no son muchos?
Normal. Nos ven como uno más. Cada quien se va haciendo su espacio y de verdad que hay mucho respeto entre todos los jugadores de la NBA. Eso sí, los latinos tenemos una conexión distinta más allá de que no seamos amigos o cercanos. Por ejemplo, hace unos meses estuve entrenando con Facundo Campazzo –base argentino de los Denver Nuggets– y nos abrazamos y nos entendimos muy bien. Fue bonito saber que tenemos ese apoyo entre nosotros.
¿Qué les dice a aquellos que, sin razón, dicen que apenas solo fueron 3 minutos y un contrato por 10 días en la NBA y “nada más”?
[Risas] Hazlo tú. No es que fue muy poco. Bueno, les diría: hazlo tú. Yo no quiero ser soberbio ni mucho menos, de hecho, no me gusta decir que soy el primer colombiano en la NBA ni nada de eso, pero sí me ha costado mucho esfuerzo y mucho sacrificio llegar hasta acá. Justo después del partido contra los Cavaliers, un amigo me dijo: “¿Cómo te sientes?” Y yo le respondí: “Normal”. A lo que me respondió: “Te voy a poner en contexto: la NBA lleva más de 75 años de existencia, con muchísimos jugadores año a año. En Colombia hay más de 50 millones de habitantes y tú eres el primero en jugar ese deporte a ese nivel”, y ahí dije: “¡Guauuu, tiene razón!” [risas]. Pero no soy conformista. Listo, ya jugué 3 minutos y fue importante, pero ahora todos los días me pregunto: “¿Qué hay que hacer para jugar más? ¿Qué tengo que mejorar para tener el contrato anual?” Así que no me preocupo por los demás.
¿Por qué no le gusta decir que es el primer colombiano en jugar en la NBA? ¿Es un mecanismo de defensa para que la presión no le gane?
No. Simplemente no me interesan los títulos porque tengo mucho trabajo por hacer en este momento. A lo mejor cuando me retire en unos años y vea la NBA con muchos colombianos, pues me daré cuenta de lo hecho, pero por ahora no. Quiero trabajar para mejorar cada día, porque de algo estoy seguro, y es que siempre hay alguien mejor que uno y no nos podemos dejar coger ventaja.
Echenique pertenece a la plantilla de los Capital City Go-Go de la G League.

Echenique pertenece a la plantilla de los Capital City Go-Go de la G League. Foto:Natalia Hoyos

Usted estudió psicología y sociología. Hoy en día, en el deporte profesional esas áreas son importantes. ¿Cómo las aplica en su carrera como basquetbolista? ¿Va a terapia?
Dicen que nosotros los psicólogos y los sociólogos arreglamos a todo el mundo menos a nosotros mismos; eso es verdad [risas]. Pero claro que me ayudan mucho a analizar mis comportamientos. Siempre me preguntó el porqué de mi actuar, sea bueno o malo. Yo soy muy analítico. Trabajo mucho en el control de mis emociones. Y claro que me apoyo mucho en los psicólogos de los equipos. Coincidencialmente, en el último equipo en el que estuve, la psicóloga es latina y me ayudó muchísimo para trabajar eso. Sé que es un tema tabú, pero hay que romper con eso.
En un mundo en el que solo se nos exige ganar, ustedes los deportistas profesionales conviven con la derrota. ¿Cómo maneja eso: la frustración de la derrota?
Yo odio perder. Pero a veces en la vida y en todo necesitas perder. A mí no me gusta que me corrijan o que me digan que estoy haciendo algo mal, pero es inevitable y lo he ido asumiendo con el paso del crecimiento de mi carrera. Y no me gusta es porque no quiero causarles problemas a mis equipos, así que la única manera de no frustrarse con la derrota o con algo que no estás haciendo bien es trabajar. Es reducir las posibilidades de que las cosas salgan mal, y la única manera es trabajar todos los días más fuerte.
¿En su día a día cuáles son los detalles que marcan la diferencia para haber llegado a donde está?
Yo creo que el trabajo invisible es determinante. Todo lo que la gente y los aficionados no ven, pero que resultan muy importantes. Y a este nivel la diferencia se determina en los pequeños detalles. En mi caso, soy muy estricto con las dietas cuando compito. Me encanta hacer pesas. En los entrenamientos procuro quedarme 15 o 20 minutos de más, y eso sí que me ayuda a mejorar algún aspecto con el que no estoy conforme en mi juego.
A usted la vida le cambió rotundamente. ¿Qué les dice a esos niños que hoy en día sueñan con una carrera deportiva como la suya?
Que trabajen. Que trabajen mucho; el trabajo no miente. A mí el mejor consejo que me han dado en mi vida me lo dio el secretario de Estado de los Estados Unidos. En una comida le pregunté que si no le daban nervios tener ese cargo tan importante, a lo que él me respondió: “La diferencia entre nervios y ansiedad es el nivel de preparación para afrontar una situación”. Nervios sentimos todos, pero la ansiedad es la sensación a lo desconocido, así que si uno trabaja y se prepara día a día reduce esa posibilidad. Nuevamente te digo: el trabajo no miente.
¿Qué viene ahora para su carrera?
Esperar y trabajar duro. Quiero un contrato anual con la NBA. Quiero quedarme en Estados Unidos para jugar básquet profesional ahí y estamos trabajando muy duro para que eso se dé. Estamos a la espera de algunas ofertas y que se abra la ventana de contrataciones para ser una opción en un equipo de la NBA, pero por ahora, trabajo y paciencia, que llegará lo mejor.
¿Si le dan la posibilidad de devolverse a los 15 años y escoger entre recorrer un camino más corto para llegar a donde está hoy o el mismo que recorrió en su vida, qué decidiría?
Haría todo exactamente igual. Todo lo que he hecho ha valido la pena. Cada gota de sudor, cada lágrima, cada gota de sangre, pero también cada alegría, cada triunfo me han forjado para ser lo que hoy en día soy. Y no quiero romantizar mi carrera ni mucho menos, pero seguramente con otro camino no valoraría tanto como valoro hoy lo que tengo y lo que estoy por conseguir. Seguramente mi historia de vida ayudará a muchos niños a que su camino sea menos difícil, porque si ya yo lo logré, por qué otros no van a poder hacerlo. Así que no, no cambiaría nada.
Gracias por leernos. 
Entrevista por Sebastián Heredia
Fotos de Natalia Hoyos
REVISTA BOCAS
Edición 117 Mayo - Junio 2022

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