El autor inglés Julián Barnes, en su obra El Perfeccionista en la cocina, una autobiografía sobre su tardía afición a cocinar, sostiene que la brecha entre la receta en un libro de cocina y el plato final puede ser un abismo, donde el resultado oscila entre el éxito y el fracaso. Señala que las dudas son el primer desafío para el cocinero aficionado, ya que las fotos retocadas de los libros nunca reflejan la realidad de la preparación en casa, y los textos no siempre están bien detallados, generando frustración.
En la actualidad, las redes sociales están saturadas de influenciadores y chefs que comparten recetas visualmente atractivas y aparentemente sencillas, pero la realidad dista de la perfección mostrada. Además de la oferta abrumadora de libros de cocina en el mercado que no garantizan el éxito en cada receta. Como la obra de Magritte “Esto no es una pipa” que afirma que la imagen no es el objeto real.
Todos deberíamos adquirir habilidades culinarias básicas para no depender exclusivamente de alimentos industrializados o preenvasados. No obstante, eso no significa que todos tengan talento y gusto por el oficio. Ofrezco disculpas por haber afirmado, en mis plataformas digitales y medios, que una receta es “muy fácil de preparar”. Esta actitud refleja prepotencia y falta de empatía.
Recientemente, al compartir la receta de la torta María Luisa en Instagram, del libro La cocina de mis amigas de Cecilia Faciolince de Abad, experimenté lo que Barnes afirma. La receta, que consideré sencilla y bien explicada, generó confusión debido a las medidas en libras y a la falta de información sobre el tamaño del molde. Reconozco mi error al no tener en cuenta la diversidad de mi audiencia y la confianza que depositan en mi contenido.
La mayoría de las personas, de los escritores, no llevan una novela adentro, ni la mayoría de los chefs un libro de cocina.
Barnes dice: “Ser un gran cocinero es una cosa; otra muy diferente es ser un escritor culinario pasable… Contrariamente a la creencia sentimental, la mayoría de las personas, de los escritores, no llevan una novela adentro, ni la mayoría de los chefs un libro de cocina”.
Inspirada en este enfoque repasé mi biblioteca culinaria poniéndome en los zapatos o mejor aún en el delantal de quien no sabe cocinar y me llené de preguntas. ¿Cuán grande es una papa, una cebolla mediana? ¿cuántos dedos se usan para una pizca? ¿qué es batir en exceso? ¿cómo sé cuando un líquido se reduce ligeramente? ¿Cuál es la diferencia entre una cucharada llena o una colmada? Un sinnúmero de interrogantes llegó a mi mente sobre las instrucciones, los tamaños, las medidas, los tiempos, las temperaturas y entré en pánico.
Me comprometo a explicar mejor las recetas, cocinar debe ser placentero, relajante y terapéutico. La comida, ya sea para uno mismo o para otros, debe brindar felicidad y no convertirse en fuente de estrés y decepción.
Llamo a los creadores de contenido gastronómico y escritores de libros de cocina a reflexionar sobre la importancia de transmitir información de forma más clara, comprensible y con todos los trucos y secretos que conocen. Cocinar debe ser un acto que genere alegría. ¡Buen provecho!
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
X: @MargaritaBernal