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La 'ira santa' contra los caricaturistas
El atentado se produce después de las declaraciones de Hasan Rohani.
Una caricatura del presidente de Turquía Erdogan en la revista 'Charlie Hebdo' avivó la polémica y la discusión acerca de la libertad de expresión Foto: EFE
Según el Comité para la Protección de Periodistas, Irán ocupa el séptimo lugar entre los países donde se aplica con más rigor la censura de prensa. Por eso, el hecho de que ahora el presidente de esa nación, Hasan Rohani, salga a decir que ‘insultar’ a Mahoma puede fomentar la violencia no debe tomarse a la ligera. A la luz de los antecedentes de persecución contra los periodistas –y contra los caricaturistas en particular– que caracteriza al régimen iraní, estas palabras, más que una advertencia, tienen un tufillo de amenaza.
Las declaraciones de Rohani se suman a las protestas de otros líderes musulmanes, como respuesta a la reacción de Emmanuel Macron a favor de la libertad de expresión, tras el asesinato de un profesor que fue decapitado en París hace dos semanas por exhibir en clase algunas de las caricaturas de Mahoma, publicadas previamente en el semanario Charlie Hebdo.
Tras el horrendo crimen, el presidente francés, lejos de amilanarse, reiteró su defensa del derecho a difundir caricaturas del profeta, lo cual desató una oleada de críticas de musulmanes alrededor del mundo. Uno de los más vehementes contradictores de Macron ha sido el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien lo calificó de demente e hizo un llamado a boicotear los productos importados de Francia.
Y luego de Erdogan el turno lo tomó este miércoles el líder de Irán, país cuyo abultado historial de sanciones contra los dibujantes abarca desde persecución judicial, con prisión incluida, hasta castigos físicos como azotes, tal y como le sucedió en 2012 al caricaturista Mahmoud Shokraye, condenado por un tribunal a 25 latigazos por publicar la imagen de un político en un dibujo que los jueces consideraron “insultante”. No en vano numerosos caricaturistas han buscado refugio en otros países, para tratar de ejercer libremente su trabajo.
Uno de estos colegas es Nik Kowsar, quien tuvo que huir de Teherán después de recibir varias amenazas contra su vida. “En una ocasión los matones me dijeron que me iban a romper la pluma, la mano, el alma y casi todo lo que tuviera.” En un comienzo, Kowsar se trasladó a Canadá, donde vivió varios años; pero después tuvo que mudarse a Estados Unidos, por razones de seguridad. “Hace apenas una semana, un disidente iraní fue asesinado cerca de Toronto”, relata, en conversación con EL TIEMPO.
Sobre lo dicho por el líder iraní, Kowsar habla sin rodeos. “Primero, está minimizando la violencia y las acciones asesinas de los islamistas radicales. En segundo lugar, justifica cualquier tipo de violencia contra las personas que defienden las caricaturas. No respeta las acciones civiles cuando se trata de las ideologías islámicas.”
Esta discusión pone de nuevo sobre el tapete el debate acerca del derecho de los caricaturistas a referirse a cualquier tema o personaje. Aunque para algunos esta libertad no debe tener restricciones, hay quienes consideran que en muchas ocasiones los caricaturistas “se pasan de la raya”. Sin embargo, a estos últimos habría que preguntarles quién traza esa raya. ¿Un presidente? ¿El congreso? ¿La iglesia? ¿La policía? Si los caricaturistas tenemos que cuidarnos de no pasarnos de la raya, llegará un momento en que no podamos dibujar nada, puesto que lo que algunos encuentran gracioso a otros les puede parecer imprudente u ofensivo.
Emmanuel Macron, presidente de Francia Foto:AFP
Si los caricaturistas tenemos que cuidarnos de no pasarnos de la raya, llegará un momento en que no podamos dibujar nada
En este contexto es importante tener en cuenta que si la misión del periodismo es divulgar algo que los poderosos no quieren que se sepa, la función de las caricaturas es mostrar aquellos rasgos o situaciones que ciertos personajes quieren ocultar o disimular. En otras palabras, el propósito de las caricaturas no es aplaudir, ni exaltar las cualidades de los políticos, los banqueros, los militares, los empresarios o los curas. Al contrario, el objetivo es fastidiar, pellizcar o, en el mejor de los casos, incomodar.
Por otra parte hay que recordar que las caricaturas son una forma de opinar y la libertad de opinión es un derecho fundamental. “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”, dice el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y ahí no se habla de ninguna raya ni cortapisa.
El propósito de las caricaturas no es aplaudir, ni exaltar las cualidades de los políticos, los banqueros, los militares, los empresarios o los curas
Y aunque personajes como Erdogan o Rohani no se caracterizan propiamente por las garantías brindadas a la prensa, sus recientes declaraciones van más allá, pues no sólo son desproporcionadas sino que pueden ser tomadas por sus seguidores más fundamentalistas como una patente de corso, que puede conducir a hechos lamentables, tal y como ocurrió con la masacre de que fueron víctimas los caricaturistas de Charlie Hebdo en enero de 2015.