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El artista colombiano que resucitó los fantasmas de una casa
La nueva exposción de Nicolás París en la galería Mor Charpetier, en Teusaquillo.
Exposición de Nicolás París en la galería Mor Chapentier Foto: Fernando Gómez Echeverri
Nicolás París hizo un exorcismo en la galería Mor Charpentier; revivió los crujidos del piso de otros tiempos; hizo aparecer un patio sellado y claraboyas que dejan ver el polvo; abrió puertas y ventanas clausuradas; creó un cuarto fantasma y, como una escena de Escher, puso unas escaleras al revés que produce escalofríos. París sabe que las casas tienen memoria. Y su exposición es un diálogo con el pasado de la galería.
Mor Charpentier (Calle 38 no. 16-25) está en Teusaquillo, uno de los barrios más emblemáticos y arquitectónicamente ricos de Bogotá. En sus calles, además de algunos jardines exuberantes, con buganvilias que parecen no descansar nunca de sus flores, hay casas que conservan sus orgullosas fachadas de ladrillo de los años 50, y por sus ventanas es fácil imaginar fiestas y banquetes de otra época, donde los anfitriones bajaban en traje de noche por sus escaleras de caracol. Los dueños de la galería se enamoraron de la casa hace algunos unos años y decidieron instalarse en el barrio y en donde debería estar el garaje instalaron una deliciosa cafetería.
Exposición de Nicolás París en la galería Mor Chapentier Foto:Fernando Gómez Echeverri
París -una vez metido en el proyecto de su exposición- decidió hacer un diálogo con la casa, escarbar en su pasado y habitarla a su manera. Y su primera forma de decir que la exposición era suya y que tenía una ‘Casa tomada’ fue instalar su bicicleta. París es un enamorado del ‘caballito de acero’ y de su geometría perfecta; le gusta recorrer la ciudad en un cicla de panadero de arriba abajo.
Su forma de expresarlo -además de usarla sin cesar- fue una pieza que está en toda la entrada. Su ‘bici’ está hecha de piezas de madera que se pueden quitar y poner como en un taller. Y en donde debería estar la llanta delantera hay pedazo del piso de la galería.
La siguiente pieza de la exposición es una escultura flotante; se trata de cuatro pisos de parquet que París recolectó de casas demolidas. En cada piso -con objetos como pirámides o canicas- propone unos instantes tan poéticos como la ramita que flota entre un piso y otro .
Hay una ventana que no da a ningún lado.
Y también unos círculos que dejan ver las antiguas ventanas que se cubrieron con las paredes falsas de la galería y dan al antejardín.
Y en las paredes -en las paredes de ladrillo- también hay pequeños poemas que se pueden arrancar para llevarse a la casa; con textos como:
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Y gratuitas por tu casa
Entre 9.30 y 12.30
Y 14.30 y 19.30
La casa puede ser un museo.
Exposición de Nicolás París en la galería Mor Chapentier Foto:Fernando Gómez Echeverri
Y también hay varias barandas de escaleras -también recolectadas de casas demolidas- que flotan y proyectan su sombra en las paredes; las barandas están acompañados de objetos cotidianos como seguetas o juguetes.
Y luego viene el patio interior: un patio que solo puede disfrutarse plenamente en los días de sol porque Nicolás hizo un dibujo con los objetos y la luz de las claraboyas.
Y hay una pasadizo que estaba clausurado.
Y hay un perchero en el que solo está una vieja chaqueta de jean de Nicolás (foto 3) con un parche que lo resume: ‘Ya sé leer’.
Y por supuesto hay un cuarto de San Alejo, un cuarto que convirtió en la clase de obra que ofende a los puristas que detestan las piezas de artistas como Félix González Torres y sus luminosas torres de dulces, pero que sin duda tiene el poder de la poesía del espacio. París pintó el cuarto de gris y en una esquina, en una modesta esquina, montó una bisagra en la que se lee: Cuarto vacío.
Exposición de Nicolás París en la galería Mor Charpentier Foto:Fernando Gómez Echeverri
La exposición está llena de esos detalles. En la escalera que está en el techo hay un descorchador y, si la mirada baja del objeto al piso, se va a encontrar con una tapa de gaseosa.
Y en el piso de arriba (además de otro juguete para los visitantes) -si se oye con atención- hay un ruido de los mil demonios; la clase de ruidos que desespera a los vecinos, que hace que se llame a la policía o al del edificio, pero que en una casa es solo un ruido familiar: el ruido de un adolescente golpeando una batería.