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Caídos del cielo / Columnista invitado de teatro
Algunas opiniones sobre Marué, la obra del grupo español Voalá que se puede ver en el Fitbo.
Marué, del grupo español Voalá, se avisa como una experiencia visual, como un avatar de los sentidos. Es decir que el hilo dramático no influye en el espectáculo. Ni le resta ni le suma. Esas son las coordenadas para que el espectador entre en función. Afuera de la plaza de toros, una grúa se alza imponente en la noche gélida. De pronto se apagan las luces, y un grupo de rock rompe el silencio. ¿Son los teloneros de la obra o su complemento?
Chorros multicolores iluminan las graderías llenas. La grúa despierta y, como una diosa mecánica, funge como el motor de la coreografía. De las alturas innombrables baja una especie de ovni azul de silicona; lo vemos venir, acercarse al ruedo, y, adentro, un ser humano lucha contra la gravedad. ¿Está atrapado, angustiado? La insólita escena es recibida con vítores y sorpresa. El objeto volador no identificado es arrastrado por la grúa y se esfuma por entre las nubes nocturnas.
Luego vemos una serie de platillos caer desde el cielo, de los cuales cuelgan doce acróbatas, y que parecerían ser manejados por un titiritero omnisciente. Retomando los rotoliefs de Marcel Duchamp, una especie de discos de origen psicodélico, los integrantes de Voalá realizan piruetas y danzan suspendidos en la levedad del espacio.
Un homenaje surrealista al polifacético artista francés. Lo hacen individualmente, en parejas y grupos de a tres. Son ramilletes humanos que se mueven como aves a su libre albedrío. A partir de allí hay una ruptura en el espectáculo, pues asistimos, por un lado, a un concierto de rock y, de otro, vemos a las mujeres y hombres araña flotar y subir y bajar por paredes invisibles. La música no ambienta la representación, y la dinámica se disuelve.
El grupo de rock entra a la fuerza en el espectáculo y desaparece la sincronía. Entonces algunos jóvenes rumbean a su antojo, y los espectadores se toman selfis con la representación de fondo. Un gran espectáculo para la retina, pero que la memoria no logra retener, solo la imagen de unos seres caídos del cielo que inauguran nuestra perplejidad.