Las frutas poseen propiedades nutricionales únicas que se pierden en el proceso de licuado. Cuando los niños comen una fruta entera, su interacción con el organismo es diferente a cuando la consumen en forma de jugo, ya que este último carece de fibra y el cuerpo lo asimila rápidamente como azúcar, elevando los niveles de insulina. La evidencia científica ha concluido que el consumo de jugo puede ser responsable del exceso de calorías, lo que puede llevar a problemas de hígado graso, obesidad, entre otros.
Es importante considerar la diferencia en la relación que un niño puede tener con la fruta real en comparación con su forma líquida. No se recomienda ofrecer jugos, especialmente a niños menores de 2 años, ya que no aportan beneficios nutricionales significativos, aumentan la ingesta de energía y azúcar, y pueden generar dependencia y preferencia por bebidas azucaradas.
Al ofrecer jugos, no se fomenta una conexión real con los alimentos, lo que puede afectar la exploración y el vínculo con la comida. Un jugo nunca puede sustituir el consumo de fruta real. Por ejemplo, para hacer un jugo de naranja se necesitan aproximadamente cuatro naranjas, lo que equivale a una carga considerable de fructosa y azúcar refinada.
Es esencial recordar que el consumo diario total de azúcar para un niño debe ser limitado, y el agua es la mejor opción de líquido para promover como hábito diario. El agua es fundamental para la digestión, combate el estreñimiento, ayuda a eliminar toxinas y protege los órganos y tejidos, entre otros beneficios.
Ofrecer jugo ocasionalmente no está mal, pero debe evitarse convertirlo en un hábito. Es importante mantener un equilibrio y no caer en excesos, priorizando siempre el consumo de agua como bebida principal. los invitamos a seguir las redes sociales de Valeria Quintero.