La última vez que Sandra Acosta habló con su esposo, Horacio Rodríguez, fue en la tarde del pasado 10 de junio. Era una nota de voz en la que la mujer, muy en el fondo, presumió lo peor.
Desde el hospital del municipio de Socorro, Santander, Horacio le mandó una nota de voz a Sandra diciéndole que lo iban a trasladar a la Unidad de Cuidados Intensivos (
UCI).
Su deseo era que le enviaran una naranjada con dos gelatinas. Esa fue su última comida. Horacio, de 48 años, hace parte de los 78 fallecidos por covid-19 en Santander, según el informe del INS hasta este 30 de julio.
Su padecimiento comenzó a comienzos de junio. El día 3 de ese mes, el hombre ingresó al hospital con una gripa, allí le tomaron la prueba rápida y la prueba molecular para detectar si era portador del nuevo coronavirus.
La primera le salió negativa, pero la molecular confirmó que se había contagiado.
“Nos dieron el resultado a los cinco días de habérsela practicado. Él se preocupó mucho; sin embargo, lo mantuvieron aislado y en hospitalización. No entiendo cómo no lo pasaron a una UCI sabiendo que tenía antecedentes”, cuenta Sandra.
Horacio llevaba más de 22 años vendiendo pescado en las mañanas y a las cuatro de la tarde se iba para un restaurante donde también trabajaba y cocinaba con leña, hecho que le preocupaba a Sandra porque podría tener afectación en los pulmones.
Sandra insiste en que hubo negligencia porque no trasladaron a su esposo a una UCI a tiempo, aún con los antecedentes que tenía, pues no solamente trabajaba en constante o con humo, sino que también tenía diabetes y obesidad.
“Era que lo hubieran remitido inmediatamente a UCI. Siempre me manifestaron que estaba bien y miren hasta dónde llegó todo, ¿por qué dejaron hasta último momento cuando ya no podían hacer nada?”, reclama Sandra.
El pescador tuvo síntomas de una gripe que se le fue complicando hasta darle una neumonía, según le dijeron los doctores a Sandra. Justamente, el día que ingresó a la UCI, el vendedor de pescado falleció.
Horacio, de 48 años, hace parte de los 78 fallecidos por covid-19 en Santander, según el informe del INS hasta este 30 de julio
Sandra y sus tres hijas no solo tuvieron que vivir el duelo por la muerte de Horacio, también duraron un mes en la incertidumbre de saber si se habían contagiado.
“Nos tomaron las pruebas 15 días después del positivo de mi esposo y luego se perdieron. A los 15 días nos volvieron a tomar las pruebas. Vivimos encerrados y sin poder darle santa sepultura a Horacio, sus cenizas estuvieron un mes en custodia en la funeraria mientras nos entregaron los resultados negativos de las pruebas”, recuerda Sandra.
MARÍA ALEJANDRA RODRÍGUEZ
Corresponsal de EL TIEMPO
BUCARAMANGA