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La angustia que juntó los corazones del Líbano, en el norte del Tolima

Vecinos de esta población aprovechan la crisis de la covid-19 para ayudar a los más pobres. 

El padre Dairo Cataño y el mayor de la policía Jorge Puentes entregan mercados en un barrio periférico del Líbano (Tolima)

El padre Dairo Cataño y el mayor de la policía Jorge Puentes entregan mercados en un barrio periférico del Líbano (Tolima) Foto: Camilo Osorio

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Yuli Peñuela y Camilo Osorio le apostaron sus sueños y sus ahorros a un negocio que bien puede ser su proyecto de vida: un café.
Lo montaron en la casa de ella y su familia: una vieja casona tradicional en el barrio Las Brisas en el Líbano (Tolima), de pisos añejos de madera y paredes de tabla parada pintadas de verde, blanco, amarillo y azul. De las pocas que quedan en este municipio de tradición cafetera y ancestros antioqueños, porque muchas han sido demolidas para construir insípidas edificaciones de concreto.
Lo decoraron con matas florecidas, muebles viejos restaurados y antigüedades como jarrones, porcelanas y máquinas de coser de pedal. La hermana de Yuli, Sandra, ya tenía montado un pequeño local de artesanías donde vendía las creaciones que elabora su familia. Así que el café se complementó con las artesanías.
El negocio se llama ‘Meridiano Café y Casa Artesandía’, y abrió sus puertas el 30 de junio del año 2019. Y en poco tiempo se convirtió en un concurrido y exitoso sitio de encuentro. Pero ese sueño se quedó detenido, como el mundo mismo, debido a la crisis generada por el covid-19.
Yuli y Camilo son novios y tienen una relación basada en la tranquilidad. En el aquí y el ahora. Por eso, no se quejan. Al contrario: prefirieron juntar sus habilidades para ayudar.
Yuli viene siendo algo así como una enfermera muy hippie. Es enfermera jefe pero hace rato que no ejerce su profesión. Prefiere ayudar a curar las heridas del alma porque sabe que así se van sanando las heridas del cuerpo. Lleva varios años estudiando las intimidades y dolores del espíritu. Y en Uruguay, donde vivió varios años, se certificó como 'coach' profesional: esa mezcla extraña entre gurú de autoayuda y asesor emocional.
Yuli ya tenía un nutrido grupo de pacientes, a los que atendía en el negocio y a los que les sigue haciendo terapia por videollamada. Pero, ahora, lo hace de manera gratuita porque sabe que la gente debe privilegiar la comida a la terapia. La ansiedad, el insomnio, la depresión y la violencia intrafamiliar, causadas por la angustia propia de una pandemia, y por el encierro, son las quejas más preocupantes
Vecinos del barrio San Antonio instalaron una mesa solidaria de alimentos: 'Si tienes, dona; si necesitas, toma'.

Vecinos del barrio San Antonio instalaron una mesa solidaria de alimentos: 'Si tienes, dona; si necesitas, toma'. Foto:Camilo Osorio

“Lo que más los angustia es el futuro. Porque el futuro es ansiedad. El pasado es depresión y el presente es la paz. Yo los sitúo en el ahora: tengo comida, mi familia está bien de salud. Entonces, ¿me preocupo por algo que no tengo?”, cuenta Yuli, quien acude a técnicas como la respiración y la meditación.
También hace reflexiones en vivo y conversa con la gente a través de su cuenta de Instagram (@yulipcoach). Y, como buena enfermera, insiste en las medidas de prevención y autocuidado para evitar un contagio.
Camilo Osorio es publicista, fotógrafo y barista profesional. Es el que prepara las bebidas en el café. Pero ahora, con el negocio cerrado quién sabe hasta cuándo, decidió juntar a un grupo de amigos para montar algo así como una gran bolsa de talentos para ayudar a tanta gente que ya se quebró y que se va a quebrar.
“La idea no es juntar ni entregar dinero sino acudir a algo que todos tenemos así no seamos profesionales: el talento humano. Esa maquinaria que debemos juntar para ayudar a otros a mover nuestra economía local y que ayude a reinventar las tiendas de barrio, las microempresas, los emprendimientos”, dice Camilo sobre esta iniciativa, que ya suma varios voluntarios dispuestos a donar su conocimiento.
Yuli y Camilo siguen soñando con su negocio. Con el hostal que quieren montar en el sótano de la casa. Pero se paran en ese soporte espiritual que les da una de sus premisas de vida: hay que vivir el aquí y el ahora. “El futuro no existe”, dice Yuli.
Un habitante de El Líbano recorre sus calles centrales protegiéndose con un tapabocas, que por estos días son el primer escudo de mucho contra el coronavirus.

Un habitante de El Líbano recorre sus calles centrales protegiéndose con un tapabocas, que por estos días son el primer escudo de mucho contra el coronavirus. Foto:José Mojica

Una cadena de favores

El padre Dairo Cataño es el párroco de la iglesia del Divino Niño. Tiene 16 barrios —varios de ellos periféricos— y 13 veredas a su cargo. Es de Don Matías (Antioquia) y ocho de sus 42 años los lleva en estas tierras del norte del Tolima. Es un sacerdote que sabe que la palabra de Dios entra difícilmente en un cuerpo con hambre.
El mayor Jorge Iván Puentes es el comandante de Policía del Líbano. Un bogotano de 38 años convencido de que la autoridad se debe ejercer con el corazón. Sobre todo, en momentos como los que estamos viviendo.
El cura y el policía son amigos. Y se juntaron para hacer varias acciones: en el día reparten mercados en los sectores más pobres del pueblo donde no se necesitan trapos rojos en las ventanas porque se sabe que todos están pasando hambre.
Y, en las noches, salen en la camioneta de la Policía, armada con un robusto equipo de sonido, y recorren las calles. El padre Cataño reza, canta y hace reflexiones en las que invita a no caer en la desesperación.
“Dios no nos va a abandonar”, dice el padre y agradece la solidaridad de la gente que dona los alimentos que él entrega. La policía pone reiteradamente la canción ‘Volveremos a brindar’, de la cantante española Lucía Gil, que se ha convertido en algo así como la banda sonora de estos tiempos tan miedosos.
Afranio Franco es el gerente de La Veterana: una emisora que emite desde el Líbano, llega a todas las veredas y corregimientos del pueblo y a varias regiones del centro del país. Una emisora de donde, según sus cuentas, el 90 por ciento de anunciantes se ha retirado.
Pero Afranio tampoco se queja. Puso toda la infraestructura de La Veterana para que las autoridades municipales y sanitarias hagan campañas de prevención y pedagogía para evitar la llegada y la propagación del nuevo coronavirus.
Vale aclarar que, por fortuna, no hay ningún caso en el Líbano. Varios sospechosos han sido descartados y otros siguen en estudio, según cuenta Diego Padilla, director de urgencias del hospital del municipio.
En el Tolima, hasta el jueves 16 de abril, había 29 casos confirmados de pacientes con coronavirus: 25 en Ibagué, tres en El Espinal y un supuesto caso en Melgar. En el Tolima van dos muertos por covid-19.
También les ha cedido los micrófonos a los sacerdotes del pueblo que no pueden dar misa porque las iglesias están cerradas. Afranio también está perdiendo mucha plata pero no se la ha pasado por la cabeza despedir a ningún empleado. “Esta es la mejor manera que tengo para ayudar”, dice el hombre.
Panorámica de La Polca, uno de los barrios más marginados del municipio.

Panorámica de La Polca, uno de los barrios más marginados del municipio. Foto:Camilo Osorio

En el Líbano hay varias mesas solidarias que funcionan bajo este concepto: ‘Si tienes, dona; si necesitas, toma’. Una de ellas, en el barrio San Antonio, la manejan un grupo de amigos y vecinos: Harold Álvarez, Julián Rozo y Valentina Parra.
En la mesa hay arroz, pasta, a, aceite, plátanos. “Lo más gratificante de esta labor es ver la cara de felicidad de todas las personas: del que hace la donación y del que la recibe”, dice Julián. “Unas 750 familias se han beneficiado”, agradece Harold. “Nos ponemos tristes cuando se nos va quedando vacía la mesita. Pero, de repente, nos llega una nueva donación y eso es hermoso”, dice Valentina Parra, comunicadora social y periodista, encargada, además, de buscar nuevos benefactores y de las redes sociales de la campaña.
El paisano William Ávila Pachón se enteró en Facebook. Hizo una llamada y al día siguiente ya había hecho una transferencia bancaria para apoyar dicha iniciativa.
“Nosotros, en alguna ocasión de la vida, hemos pasado por momentos difíciles. Momentos en los que la comida puede escasear. Por eso quisimos ayudar”, dice Ávila, un hombre hecho a pulso y quien salió muy joven de su pueblo, con las manos vacías, a buscar un futuro en Bogotá.
Empezó a trabajar en una vidriería y hoy es gerente de su propia empresa de vidrios arquitectónicos y decorativos: Cristal Glass Security.
El médico ortopedista Carlos Alberto Piraquive ha movilizado varias campañas sociales y también agradece la buena voluntad de tanta gente. Pero teme que la solidaridad se acabe mientras el hambre siempre vuelve. Es por esa razón que invita a los libanenses, en todo el mundo, a que no dejen solo a su pueblo.
Un pueblo que también sufre por ese fantasma que es el covid-19 pero que, como siempre, sabrá resistir.
JOSÉ ALBERTO MOJICA PATIÑO
EDITOR DE EL TIEMPO
@JoseaMojicaP

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