“Hora de fallecimiento: 3:55 a. m. No sufrió. Ahora sí puedes disfrutar sola sin ‘trisitico’ y sin mí. Felicidades. Usted escogió al campesino. Hasta nunca”. Con este mensaje Gabriel Enrique González, de 50 años, le confirmó a su expareja que su hijo, el de los dos, había fallecido en una habitación del hotel Del Rey en Melgar, Tolima. Lo asfixió hasta que la vida desapareció del cuerpo de solo 5 años el domingo 2 de octubre.
A las 3 de la tarde del martes 4 de octubre Gabriel González Cubillos fue capturado en medio de un retén de la Policía de Tránsito, en el kilómetro 23 de la vía Girardot Melgar, en el sector conocido como La Yucalá y trasladado al corregimiento La Esmeralda, en el Tolima, por el delito de cohecho, es decir, por intentar sobornar a los policías y escapar a otra ciudad. Anoche se esperaba una orden de captura por homicidio mientras Gabriel padre esperaba internando en los calabozos de Girardot, Cundinamarca. Otro detalle impactó más: pidió a la Policía llamar a su expareja y mamá de Gabriel hijo para que le informaran sobre su captura.
EL TIEMPO consultó a Belisario Valbuena, psicólogo y criminólogo forense, especialista en perfilación criminal, quien dijo que este caso es otro típico filicidio, el asesinato de un hijo por sus padres. “Hay elementos de juicio para afirmar que, independiente de que haya un trastorno mental, cosa que dudo, no es una psicopatología lo suficientemente fuerte para que él tuviera conciencia de lo que hizo y no se hubiera autodeterminado”.
Explicó que en esto último hay varios elementos importantes que habría que tomar en cuenta en el juicio: la planeación con la que ejecuta el homicidio, los mensajes a los familiares, la USB, planear irse a Melgar, los antecedentes de celotipia y las denuncias previas. “Además, cuando él le dice a su expareja que el niño había sido asfixiado y que no tuvo dolor es mentira. Estas víctimas sufren mucho, el ahogamiento es una tortura. Él disfrutó asesinando a su hijo. Esta forma de asesinato es muy personal, cruel, porque genera un o entre el agresor y la víctima”.
Dijo que por eso muchos agresores sexuales y asesinos usan este método en sus crímenes. “Pasó con el ‘Monstruo de los Andes’, veía cómo los ojos de las víctimas se apagaban”. Agregó que, sin duda, hay un componente de venganza y que “él quiso matar a la mamá de Gabriel en vida”. Y concluyó que, en todo caso, hay que revisar todos los antecedentes para dar un parte experto más preciso.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ