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Muerte en la ciclovía, no fue un accidente | Opinión

Tal vez por decirles accidentes es que no tomamos las acciones contundentes que se necesitan.

Imagen del accidente de tránsito en la calle 13.

Imagen del accidente de tránsito en la calle 13. Foto: Daniel Sebastián Arévalo

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Todas las muertes viales son evitables, ninguna es aceptable. El atropello de seis personas por un conductor que invadió la ciclovía en la carrera 9 con calle 21 sur y que, según los reportes estaba ebrio, es absurdo, nunca debió ocurrir. Más aún cuando una de ellas, un adulto mayor falleció como consecuencia del golpe recibido. Un par de días antes, un conductor de ambulancia invadió el tramo de carretera donde se desarrollaba una competencia ciclista en Antioquia y arroyó a un joven de 16 años que soñaba con el triunfo deportivo y truncó su carrera, según los reportes de los organizadores. Los dos casos, y todos los casos donde mueren personas en siniestros viales, no eran accidentes, son tragedias para las víctimas y sus familias.
Pero la costumbre de muchos años, y no se si por generar palabras claves para los buscadores que posicionan los artículos en internet, todos los medios de comunicación que vi indicaron que los dos siniestros fueron accidentes. Personas que trabajamos en seguridad vial hemos tratado, sin éxito, quitar esa palabra del lenguaje común. Un accidente se percibe como un hecho fortuito que ocurre por casualidad o el azar, de manera inesperada, que no se puede prevenir, y cuyas causas son poco controlables. La palabra accidente enfoca la atención en las consecuencias o los resultados del hecho e impide que nos hagamos responsables de esos resultados. Los terribles accidentes viales quedan en la categoría de cosas “que tenían que pasar” o que les pasaron a las personas porque eran “de malas” (gracias, Juan Carlos Montenegro por el cuadrito del curso de seguridad vial del BID).
Usar la palabra accidente entonces minimiza los hechos, como si fueran cosas de la fortuna, y la suma de personas fallecidas o lesionadas termina siendo algo normalizado, que no nos escandaliza ni por el que tomamos acción efectiva. La organización de activistas de la seguridad vial “Together for Safer Roads” lista cuatro razones por las cuales deberíamos evitar el uso de la palabra accidente para referirnos a los choques y atropellos en la vía: porque la forma como conducimos es una elección, no es resultado del azar; porque el diseño vial y de los vehículos pueden tener fallas que no son fortuitas; porque no tenemos leyes suficientes ni controles efectivos para su cumplimiento; y porque las personas al volante no tienen la pericia ni actitud segura, principalmente porque son muy jóvenes. Todas esas cosas se pueden resolver, no son eventos de la naturaleza incontrolables. Se resuelven con un sistema seguro, con leyes y controles más estrictos, con vías bien diseñadas y con buen mantenimiento, con vehículos que protegen mejor a sus ocupantes y las personas fuera, con mejores procesos de licenciamiento, educación y conciencia de los riesgos viales; y nada de eso es accidental, es producto de decisiones de todos los actores involucrados. Especialmente las autoridades nacionales, como el Ministerio de Transporte y la Agencia Nacional de Seguridad Vial, y los organismos de tránsito de las principales ciudades.
Tal vez por decirles accidentes es que no tomamos las acciones contundentes y efectivas que se necesitan. Este mes pasado, los medios de comunicación estuvieron más atentos a las discusiones sobre las plataformas electrónicas y los taxistas, que a las dolorosas cifras del 2022, las peores en nuestro registro histórico. En Colombia mueren 22 personas al día como resultado de choques y atropellos y nos limitamos a lamentar los eventos, como si no tuviéramos la responsabilidad de prevenirlos, de evitarlos.
En los casos de la ciclovía este domingo y de la carrera ciclista en Antioquia falló todo el sistema. Estoy casi seguro de que no fue a propósito, que no hubo premeditación; pero conducir en estado de ebriedad e invadir la ciclovía, o saltarse los protocolos de seguridad y meterse en sentido contrario a los competidores, no fueron hechos fortuitos. Nuestra ley es laxa frente al castigo de estas conductas, tal vez sea hora de reforzar el código penal, aunque los vientos de cambio más bien van por excarcelar delitos que ya tenemos en nuestro ordenamiento legal. Por ahora las autoridades pueden reforzar el control, especialmente del exceso de velocidad. Por nuestra parte podemos hacer un esfuerzo y cambiar la palabra “accidente” por “siniestro”. Un pedido sentido a los editores de medios de comunicación y todos los periodistas, en honor a las víctimas de hechos prevenibles, no fortuitos.
DARÍO HIDALGO
@dhidalgo65

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