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Las angustias de una familia de recicladores
Aura Ostos tuvo un accidente mientras trabajaba. Su madre tuvo que asumir el sostenimiento del hogar
Aura Ostos tuvo un accidente en la calle mientras trabajaba. Su madre tuvo que asumir el sostenimiento de un hogar de cinco personas. Foto: Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO
Aura Ostos sintió miedo cuando, en febrero del 2020, escuchó que rondaba un virus por el mundo. Al principio le aterraba oír las historias de enfermos graves y las muertes por covid-19. Pero, con el pasar de los meses, en medio de largos confinamientos, se sumó otra preocupación: la reducción de sus ingresos.
Tiene 34 años. A su lado está Loren, una niña que cursa cuarto de primaria y a quien sostiene con los recursos que le ha dejado el reciclaje. Los lunes, miércoles y viernes en las tardes tomaba el transporte público desde el barrio Arborizadora Alta, localidad de Ciudad Bolívar, hasta el norte de la ciudad. Recogía su carroza e iniciaba los recorridos nocturnos por la zona del centro comercial Unicentro. Al final de la jornada vendía todo el material recolectado y lograba llevarse a sus bolsillos 30.000 o 40.000 pesos.
El hogar también se sostenía con los recursos que provenían de su hermano, un joven de 24 años que trabajaba como vigilante en una empresa de seguridad privada. Rosa Reyes, su mamá, descrita por la familia como “profesional en el reciclaje”, contribuía con casi los mismos ingresos de su hija.
Nos toca sacar fuerzas de donde no hay para seguir adelante entre todos
Desde muy joven, Rosa empezó a acompañar a su suegra a recolectar material. Aprendió con ella y luego las jornadas las hacía en compañía de su esposo. “Ya después al papá de ellos lo mataron en El Danubio y me tocó seguir sola para sacar a mis hijos adelante”, cuenta esta bogotana que se crío en Usme y siendo adulta se radicó en Ciudad Bolívar.
Aura seguía saliendo a trabajar en medio de las cuarentenas generales, pero encontró un primer obstáculo. “Ya no recogía el mismo material, y a veces uno no salía por miedo porque el pico del contagio estaba alto. También debo cuidarme porque tengo una hija”, dice. Los ingresos que le dejaban sus jornadas de trabajo empezaron a reducirse a la mitad.
La situación empezó a complicarse porque su hermano quedó desempleado y no ha podido volver a encontrar empleo. Todo se agravó cuando hace siete meses, al cruzar uno de los puentes de la calle 127, no pudo sostener su carroza en la bajada y el material le cayó encima de su rodilla derecha. La tuvieron que operar por lesión en los meniscos y desde entonces camina con el apoyo de muletas, sin poder hacer el esfuerzo físico cuando sale por las noches en busca de su sustento.
Aura Ostos tuvo un accidente en la calle mientras trabajaba. Su madre tuvo que asumir el sostenimiento de un hogar de cinco personas. Foto:Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO
Como Aura y su familia, según los últimos datos revelados por el Departamento istrativo Nacional de Estadística (Dane), para el año pasado 1’108.000 bogotanos se encontraban en pobreza monetaria extrema, el triple de los que registró la ciudad en esta condición durante el 2019.
Además, para el 2020 la incidencia de pobreza extrema sobre las mujeres en Bogotá fue del 13,7 por ciento, mientras que para los hombres correspondió a un 12,7, lo que indica que el contexto de la pandemia golpeó más duro a las mujeres. Aunque los índices de pobreza en la capital venían aumentando, la crisis social y económica del año pasado terminó acentuando las condiciones de desigualdad e inequidad.
Según Felipe Bogotá, director de ‘Bogotá Cómo Vamos’, las familias que reciben ingresos por debajo de 455.000 pesos, al mes, se encuentran en condición de pobreza pues “no se puede cumplir con las necesidades básicas de alimentación y otros bienes y servicios”.
Una época de resistencia
Con la imposibilidad de Aura para salir a trabajar todos los días, y con el desempleo de su hermano, ahora las cargas del hogar recaen sobre su mamá; si le va bien, alcanza a percibir cerca de 900.000 pesos en un mes, que deben ser divididos en los cinco integrantes de la familia.
Sin embargo, Rosa cuenta que recoger material se está volviendo cada vez más difícil, no solo por las cuarentenas y restricciones, sino por otras dificultades: “celadores y trabajadoras de aseo no sacan todo el material. Nos están quitando la comida a nosotros los recicladores”.
La situación se volvió tan insostenible, el año pasado, que la familia de Aura tuvo que recurrir a la búsqueda de alimentos en los contenedores de las plazas de mercado, sin que las personas de seguridad se dieran cuenta. No fue sino hasta noviembre que la familia empezó a recibir bonos alimenticios de 150.000 pesos, con los que ha podido hacer tres mercados.
Xinia Navarro, secretaria de Integración Social, explica que “hay dos formas de atacar la pobreza: una, mediante la contención social; es decir, con los servicios sociales directos, como alimento, alojamiento, jardines infantiles, centros de atención a población en condición de discapacidad, centros de protección para habitantes de calle y adultos mayores; y otra, moviendo el aparato productivo, ampliando las coberturas de los servicios sociales como bonos, comedores comunitarios, cocinas populares y mercados”.
Nos están quitando la comida a nosotros los recicladores
Como lo explica la funcionaria, para 2020 la demanda de estos servicios, por parte de las familias que entraron en condición de pobreza, desbordaba la oferta y el presupuesto de la Secretaría. Es por esto que para Navarro es necesario hacer “ajustes para que la pobreza extrema sea la primera en beneficiarse de las transferencias monetarias”.
A la espera de un futuro mejor
Ante la pregunta ¿cómo han logrado resistir?, la familia de Aura Ostos sostiene que “la unión familiar; entonces nos toca sacar fuerzas de donde no hay para seguir adelante, entre todos nos motivamos”.
Las esperanzas de esta familia están puestas en la posibilidad de que dos de sus integrantes encuentren un empleo formal y en la recuperación de la rodilla de Aura, que por el momento está en casa dedicada a las labores del cuidado que demanda un hogar de cinco personas y, eventualmente, volver a apoyar las jornadas de reciclaje que en este momento recaen sólo en su mamá y en una de sus hermanas. También espera poder laborar en lo que considera son sus dos fuertes: el reciclaje en un centro de acopio o en un taller de impresiones.
Esta mujer tampoco se rinde con la educación de su hija de nueve años. Si bien los recursos que tienen son limitados, hace poco logró conseguir un celular para que la niña pudiera recibir las clases virtuales. La pequeña debe ir hasta donde una vecina para conectarse a la red.
Para Navarro, la solución a largo plazo para disminuir el número de familias que se encuentran en pobreza extrema en Bogotá es brindarles apoyo para que les permita salir de esa condición. Afirma que esto será posible si se reactiva el aparato productivo, focalizando el empleo en jóvenes y mujeres que han sido la población más golpeada por la pandemia.