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El coleccionista bogotano que sueña con tener un museo para exponer bicicletas de hasta 134 años de antigüedad
Además de la numerosa colección de bicicletas clásicas de todo el mundo, posee uniformes, autógrafos y elementos originales de leyendas del ciclismo.
Germán Pardo cuenta con una amplia colección de ejemplares de más de 130 años que expone en eventos públicos y privados. Foto: César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Su casa no es un museo, pero guarda piezas históricas de hasta 1890. Germán Pardo se ha dedicado los últimos 10 años a recoger una historia que poco aparece en libros, galerías o exposiciones, más bien se puede encontrar en garajes y cuartos de San Alejo.
Con más de 40 ejemplares, algunas de ellas de 134 años, este bogotano cuenta con una de las colecciones más grandes y valiosas de bicicletas antiguas y clásicas provenientes de todo el mundo.
En una casa de 4 pisos en el occidente de Bogotá, Pardo nos recibe con su pequeño hijo de 3 años en brazos. Como presagio de lo que aguarda adentro, lleva puesta una boina que tiene bordada una bicicleta clásica.
Al subir por unas escaleras angostas, en el segundo piso lo primero que se ve es un gran bifé antiguo al que no le cabe una sola pieza más de colección. Además de las bicicletas, tiene casi un centenar de lámparas de carburo antiguas que eran usadas por los ciclistas a comienzos del siglo pasado para alumbrar los caminos.
Estas lámparas de carburo, de 1912, eran activadas con polvillo para que hiciera combustión Foto:Archivo particular / Cortesía de Germán Pardo
En el mismo mueble almacena uniformes con los que compitieron grandes leyendas como Víctor Hugo Peña o uno más reciente, como lo es Egan Bernal.
Aunque todo alrededor sorprende, los tesoros de su colección son las 40 bicicletas clásicas que guarda o, como él dice con una suerte de frustración, arruma como puede en varios espacios de la casa.
El primero, es una habitación de 3 x 3 en el tercer piso. Se cuentan unas 20 bicicletas apiladas una sobre otra con cobijas y almohadas que las protegen del desgaste por el o entre sí; el segundo, es una especie de estudio donde tiene bicicletas de montaña rodeadas de bifés que almacenan desde carnés originales y fotos autografiadas, hasta sillines clásicos; y el tercero es la terraza, donde completa la colección de bicicletas clásicas.
Cuesta, y a la vez sorprende, creer que allí existe tanta historia. Muchos espacios de la casa son consumidos por estos tesoros. Los muebles son tan grandes que hacen que la vivienda se sienta oscura. La luz se interrumpe cuando quiere pasar por los vidrios de los estantes llenos de piezas.
“Mi sueño siempre ha sido viajar en el tiempo”
Por eso, ya se ha ganado más de un regaño de sus padres, que comparten el mismo inmueble, cuando aparece con las buenas nuevas que consiguió una bicicleta más.
Aunque este sueño de conseguir las piezas más icónicas de la historia del ciclismo comenzó hace una década, Germán Pardo, de 49 años, recuerda que desde su infancia conectó con la bicicleta.
La bicicleta lo marcó desde niño
Nació en el barrio El Claret, sur de Bogotá, y de su infancia recuerda con gran afecto cuando aprendió a montar triciclo con su hermana en el parque El Tunal o cuando montó bici por primera vez. “Aprendí en la bicicleta de mi papá, dándome porrazos. La sacaba a escondidas y por eso me gané muchos regaños”, cuenta mientras se ríe.
A sus 21 años fue competidor de ciclomontañismo en la Selección Bogotá en torneos nacionales. Este deporte, que rápidamente se convirtió en su pasión, fue la excusa para querer sumar prototipos.
Cuenta que desde joven ha tenido un interés por la historia de la humanidad. “Mi sueño siempre ha sido viajar en el tiempo”, recuerda, mientras nos da la entrevista en su estudio, lleno de piezas clásicas. Antes de coleccionar bicicletas, compilaba juguetes de lata japoneses que le despertaban la curiosidad por saber quién los usaba, por qué los tenía y en qué parte de Japón vivía ese niño al que le perteneció. Hoy los tiene organizados en otro de los bifés que tiene en su casa.
Termo del ciclista Martín Emilio 'Cochise' en los bifés de su colección Foto:Nicolás Díaz / EL TIEMPO
Ya con la excusa de necesitar más de una bicicleta para sus competencias, se encontró con un mercado completamente dedicado a la restauración y coleccionismo de bicicletas antiguas. Le picó en su gusto por la historia.
Con un conocimiento cada vez más amplio sobre este mundo, se rodeó de restauradores, en particular de un paisa al que le vio una bicicleta clásica de los años 50. La deseó tanto que hace diez años encontró una publicación en internet donde vendían una bicicleta Raleigh Path Racer de 1958 en el barrio Venecia.
“Me la vendieron como la última panacea. La compré y empecé a buscarle las piezas originales para dejarla como estaba en las fotos. Luego seguí con otra y con otra, hasta que dije: ‘debo centrarme en una sola cosa y me dedicaré a conseguir bicicletas clásicas’”, cuenta Pardo quien pagó 450.000 pesos por esa bicicleta en 2014.
Además de ser contador público y istrar un supermercado de barrio, decidió desde ese momento ser coleccionista de bicicletas clásicas y antiguas.
Entre sus piezas más icónicas está una Iver Johnson americana original de 1890, es la más antigua de sus posesiones. Fue la sucesora del velocípedo y el famoso biciclo de rueda alta. Se le llamó bicicleta de seguridad, pues su diseño detuvo los cientos de accidentes por caídas con las ruedas grandes, además de que ya tenía pedales, cadena, frenos y una malla de metal en la rueda trasera para evitar que los vestidos de las mujeres se enredaran al montar.
A la izquierda la Iver Johnson de 1890 duranta exposición en el Archivo de Bogotá. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Esa Iver Johnson, que hoy tiene 134 años, y dos Columbia de 1898 y 1904 le costaron miles de dólares. Supo de la noticia de que un coleccionista colombiano puso en venta, entre otras, las tres piezas estadounidenses, únicas en el continente.
- Esas eran piezas de museo, hermano.
- ¿Qué sintió cuando las vio?
- Fue como abrir un garaje gringo y que usted no pudiera pasar porque estaba lleno de bicicletas. Todas especiales, no había ninguna ordinaria, relata Alexander Graun, amigo de Germán y presidente del colectivo de coleccionistas Cachacos Club.
-Me gusta esa, me gusta la otra y también aquella. ¡Mire esa de allá! Alex, apóyeme, hermano, narra Germán mientras señala al aire en su estudio como si estuviera en ese garaje.
-Pues tocó comprarlas. Sacamos préstamos y entre los dos compramos esas tres bicicletas, respondió Alex.
Su colección es un tesoro en Bogotá que le rinde homenaje a un objeto que pertenece a la identidad de la ciudad. En Colombia la historia de la bicicleta se remonta a 1890. Según Julián Alfonso, investigador e historiador de la bicicleta en el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), las primeras llegaron por los puertos de Barranquilla y Cartagena. Entre 1893 y 1894 se encuentran los primeros registros de este artefacto en la capital, donde inicialmente era usada por las familias más adineradas en carreras de velocidad.
Germán posee dos de esas primeras que llegaron a Bogotá, son las Columbia de 126 y 120 años que eran piezas de lujo para la época. Alfonso calcula que solo algunas decenas de familias importantes las usaban para dar paseos y demostraciones en clubes sociales de élite.
La bicicleta en la Bogotá del siglo pasado Foto:Fondo Fotográfico Sady González / Archivo de Bogotá
“Bicicletas de las mejores marcas del mundo llegaron en cargamentos. Las familias más poderosas las usaban como un juguete. Era pura demostración en espacios sociales como el Country Club o el Polo Club”, anota el experto.
También tiene de las primeras que fueron usadas por las clases populares. El historiador Alfonso recuerda que el caballito de acero por fin caló en el sector popular hacia 1920, cuando aparecieron los primeros almacenes de bicicletas.
Comercializaban, por un lado, bicicletas lujosas como las usadas en el Tour de Francia y, por otro lado, unas más orientadas al trabajo con facilidad de pagar a crédito. “Llega la bicicleta ‘panadera’, como la conocemos popularmente, para que la use el obrero, el campesino, el policía y el cartero”, cuenta. De estas tiene una Phillips 1961, una Raleigh Path Racer 1958 y una Humber 1947, completamente originales.
El sueño de un museo
Su colección cuenta una parte de la historia de Bogotá, Colombia y del mundo, por eso, constantemente busca exposiciones públicas y privadas para que las personas puedan conocer y disfrutar de la colección. “El mayor premio es ver cómo cien personas se reúnen a ver las bicicletas, a disfrutarlas y a contar historias alrededor de ellas”, cuenta Alexander, de Cachacos Club, que organiza exhibiciones con su colección propia y con la de Pardo.
Si yo no comparto mi conocimiento y mis objetos con la gente, va a terminar en una chatarrería o en el olvido
Precisamente, en el marco de la XVII Semana de la Bici a finales de septiembre, expuso en el Archivo de Bogotá una pequeña muestra de su colección en el evento ‘Rescatando la memoria ciclista: la restauración y el coleccionismo de bicicletas clásicas y antiguas en Bogotá’ del IDPC, a la que asistieron niños, jóvenes ciclistas, adultos apasionados y expertos del coleccionismo.
“Es emocionante ver cómo las personas se interesan en este tema. La idea es que cada vez más gente se involucre y podamos compartir la historia de la bicicleta”, afirma Germán.
Visitantes en la exposición de coleccionismo en el Archivo de Bogotá. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Desde el 7 de diciembre de 2023, los usos y disfrutes de la bicicleta fueron declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de Bogotá. El distrito reconoció que los bicis crean experiencias, identidades y formas de habitar la ciudad.
Por eso, su sueño, junto con su amigo Alexander, es montar un museo al que las personas puedan ir y seguir sorprendiéndose con las bicicletas.
“Si yo no comparto mi conocimiento y mis objetos con la gente, va a terminar en una chatarrería o en el olvido”, dice Germán, quien espera que muchas personas puedan conocer sobre la historia de ese medio de transporte que más de un millón de bogotanos utilizan a diario en la ciudad.