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Salvar la vida urbana, el reto del día después del covid-19
Elkin Velásquez, director de ONU Hábitat Latinoamérica, habla sobre el futuro de las ciudades.
Todo lo que venía mal en las ciudades de América Latina puede ponerse peor por cuenta del covid-19: las brechas económicas profundizadas por la desigualdad, la crisis de los asentamientos informales y sus habitantes invisibilizados, la calidad de vida afectada por las grandes distancias que se deben recorrer para ir al trabajo, la desconfianza en los gobiernos locales y la ignorada situación de una población migrante dispersa por la región.
Estos elementos están bajo la mira del colombiano Elkin Velásquez, representante de ONU Hábitat para América Latina y el Caribe y Ph. D. en Geografía.
Desde la perspectiva de ONU Hábitat, ¿cuál ha sido el impacto de la pandemia en ciudades de América Latina?
La región ya estaba en una situación francamente difícil, de creciente desigualdad, de brechas estructurales… vamos a salir de esta crisis con más pobreza, desigualdad y un malestar social que ya venía de atrás y esto nos deja algo preocupados.
Además, hay muchas preguntas que nos estamos haciendo sobre la sostenibilidad de las medidas. Los principales economistas de América Latina nos dicen que hay que avanzar hacia un esquema de convivencia con el covid-19, y eso es lo que yo creo que está pasando en todas las economías de renta media. Eso requiere muchísima cultura ciudadana, claridad en los mensajes, en los protocolos y en este juego multidimensional, en el cual en tiempo real vamos a tener que estar abriendo y cerrando.
Usted ha insistido en el tema de los efectos en los asentamientos informales en las periferias de las ciudades, ¿qué ha revelado sobre ellos esta pandemia?
Ahora el contagio comunitario es más amplio y en cada ciudad afecta, más o menos, a una población en función de su situación socioeconómica. Lo que ha aparecido es que las comunidades más vulnerables son las más segregadas y las que están en peores condiciones en términos de a servicios públicos, a ingresos, y en buena parte de la región esto se correlaciona con los asentamientos informales. ONU Hábitat puso el foco allí y dijo que era importante que los gobiernos focalicen sus acciones para atender no solo la crisis, sino la recuperación en los asentamientos.
En las ciudades donde hay más capacidad de medición, con buenos datos, mapas e instrumentos de focalización para llegar a esas familias es donde, más o menos, se ha venido abordando bien la situación. Pero la pregunta que nos queda es, si hemos constatado que la segregación socioespacial es un elemento determinante de esa vulnerabilidad, ¿cómo nos las arreglamos para reducirla?
¿El hacinamiento, que también va ligado a los asentamientos, podría empeorar?
Donde hay hacinamiento hoy es donde la vulnerabilidad se ha manifestado más rápido y hemos visto mayores impactos en contagios y decesos. Eso se va a tener que abordar de manera definitiva.
En una reunión con ministros de Centroamérica, la ministra de Vivienda de El Salvador dijo: “La vivienda digna es la primera línea de contención frente a cualquier pandemia en el futuro”. Eso es muy sabio, hacia adelante en la estrategia de recuperación, en la inversión social urbana, los proyectos de vivienda van a ser claves.
En algunas ciudades, en asentamientos precarios, en una vivienda pequeña, con hasta ocho personas en ella y un calor como el de Guayaquil o Barranquilla, la tendencia de la gente es a no poderse quedar en casa, sino a estar ocupando el espacio público. Ahí hay pistas por explorar para brindar políticas públicas que mejoren las condiciones de vida en los barrios.
Elkin Velásquez tiene una amplia experiencia en el desarrollo de ciudades más seguras e integradoras. Foto:Cortesía ONU Hábitat.
¿Cree que en las urbes de la región es viable volver a cuarentena estricta? ¿O es mejor seguir abriendo?
Esto hay que asumirlo con humildad. No contamos con toda la información necesaria en todas las ciudades que permitan tomar decisiones 100 por ciento apegadas a la realidad. Pero vemos la necesidad de contar con equipos compuestos por diferentes especialidades para hacer seguimiento a una serie de indicadores que muestren qué es lo mejor para cada ciudad. También tenemos que confiar en los liderazgos locales que tenemos.
¿Qué cambios son necesarios en la sociedad urbana después del covid-19?
Sé que uno siempre espera de los científicos y de los funcionarios respuestas directas sin ambigüedades. Pero, en esta situación de incertidumbre, lo primero que queda es la humildad en el método. Vamos a necesitar mejorar nuestros métodos de trabajo para enfrentar la incertidumbre.
A nivel de la ciudad hemos visto que esto es una crisis de interacciones sociales y el impacto es sobre la vida social, la cotidiana, persona a persona, y sobre los negocios y la economía. Tenemos que pensar si esto va a durar muchísimo o si en unos meses va a desaparecer. En esa incertidumbre va a ocurrir algo en el medio, hay algunos comportamientos que se pueden quedar. Va a haber angustia en los padres para salir a mercar, mandar a sus niños a la escuela, salir normalmente a caminar. Esos miedos durante un tiempo van a tener el impacto de disminuir la afluencia de una parte del público urbano.
Otros problemas podrían enfrentarse si promovemos una ciudad en la que sea posible aprovisionarse, trabajar, aprender y descansar en un radio de 15 minutos
Afecta sobre todo en lo colectivo...
Hoy notamos una correlación entre qué tanto la gente accede a una actividad social urbana y la confianza que hay en las instituciones. Vamos a tener que ponerle mucho cuidado a construir confianza en ellas para que cuando le digan a la comunidad: “En este momento se puede salir”, la gente crea y pueda hacerlo con seguridad.
Hay otro cambio que tiene que ver con el diseño de las ciudades. Nuestras urbes latinoamericanas son segregadas y una buena porción de la población sale en la mañana del sur hacia el norte para trabajar y regresan en la tarde. La pandemia tuvo como consecuencia una disminución acelerada del uso de transporte público. Vamos a ver hasta dónde las ciudades lo siguen utilizando, y eso dependerá de lo que nos digan los estudios científicos sobre el contagio allí, porque a nivel global hay versiones diferentes. En Nueva York dijeron que el contagio se daba en el transporte público, pero en París y Tokio nos dicen que no. Aquí también tenemos que hacer nuestros propios estudios. Además se revela la necesidad de proximidad. Desde ONU Hábitat hemos constatado que va a ser importante realizar de forma más eficiente el desplazamiento de las personas en las ciudades.
Hay que decir que el diseño e inversiones harán bien para enfrentar la pandemia, pero el cambio climático y otros problemas socioeconómicos podrían enfrentarse si promovemos los barrios de proximidad, si somos capaces de promover una ciudad en la que sea posible trabajar, aprovisionarse, aprender y descansar en un radio de 15 minutos.
Va a emerger un movimiento que va a impulsar la ciudad policéntrica, donde la gente pueda encontrar solución a las funciones en la ciudad en la proximidad. Sería muy apropiado en nuestras ciudades promover presupuestos que, de alguna manera, ayuden a consolidar este modelo.
Otro reto que se ve, por ejemplo en Bogotá, es el de las brechas tecnológicas, incluso en ciudades capitales...
Es uno de los temas que hay que involucrar en cualquier plan medianamente coherente y renovado en la recuperación pospandemia. Y ahí hay dos aspectos: la conectividad en infraestructura y el gratuito a wifi. Haciendo eso es posible comenzar a generar las condiciones para trabajar en alfabetización digital, especialmente en personas mayores.
Por otra parte, hay que promover más ecosistemas de innovación para facilitar la interacción entre empresarios y comunidades para identificar modelos de negocios nuevos.
Con el Congreso Smart City Latam, que este año va a ser híbrido en Mérida (México), una de las iniciativas con los actores digitales en la región será la de los ‘smart barrios’, tratando de integrar desarrollo digital con trabajo social. Todo irá con un apoyo de la gobernanza y la planificación de barrios con proximidad.
Hay que decir que el diseño e inversiones harán bien para enfrentar la pandemia, pero el cambio climático y otros problemas socioeconómicos podrían enfrentarse si promovemos los barrios de proximidad,
En medio de todo, ¿qué aprendizaje se ha tenido?
Uno de los temas que han sido evaluados como deficitario en América Latina, y en muchas de nuestras ciudades, es la colaboración. Somos una sociedad muy apegada a la familia y ese núcleo nos ayuda en las redes de seguridad social, de apoyo, pero la colaboración colectiva es uno de los temas por desarrollar. La pandemia nos muestra que sí es posible construir algo diferente. Hemos visto que, incluso en asentamientos precarios, esa colaboración entre los vecinos da resultados en términos de adaptarse mejor, de cooperar para interiorizar las medidas en un momento de crisis.
Un segundo aspecto es la necesidad de integración regional.
En América Latina hemos visto ejemplos de colaboración entre ciudades e intercambios facilitados por entidades como la nuestra. En Centroamérica, el sistema de integración, a mi modo de ver, nos está dando ejemplo sobre cómo las instituciones nacionales y locales están compartiendo protocolos y buenas políticas. También una institucionalidad latinoamericana entre los ministerios de Vivienda y Desarrollo Urbano, MINURVI, ha jugado un papel importante para que los ministerios puedan compartir las medidas en respuesta a la crisis en temas de vivienda, hipotecas y protocolos para intervenir en periferias. Allí, un modelo por imitar es el de Costa Rica, que montó muy rápido un protocolo a nivel nacional, intermedio, local y comunitario para manejar los asentamientos vulnerables. MINURVI ayudó a multiplicar la estrategia.
¿Con qué proyectos está interviniendo ONU Hábitat en la región en medio de la crisis?
Como parte del esfuerzo general de la ONU, desde ONU-Habitat se lanzó un plan de respuesta Covid-19. El plan está enfocado en apoyar asentamientos y comunidades precarias en ciudades.
En Río de Janeiro, por ejemplo, tenemos un grupo importante de trabajo en las favelas para identificar a los ‘invisibles’. En Ciudad de México estamos desarrollando un sistema que utiliza bases de datos existentes para ayudarles a las municipalidades o colonias a tener sistemas de apoyo a la decisión. Un gran reto para ciudades intermedias es que tengan agencias que les permitan gestionar todos estos datos al tiempo para tomar decisiones.
En La Paz estamos apoyando a la red de productores de alimentos en el entorno de la ciudad para que vendan sin intermediarios y sus productos se puedan utilizar para alimentar a los barrios más pobres. Y, en Colombia, trabajamos el tema de la migración en Barranquilla y Cúcuta, con la reorientación de un programa a migrantes venezolanos para que les lleguen ayudas en efectivo.