San Bernardo, conocido como Bernardo de Claraval, en el ámbito religioso fue una de las personas más reconocidas en la iglesia católica. Junto a San Benito de Nursia, son considerados como los padres del monacato occidental.
Su doctrina fue el misticismo, fue el primero en ayudar a fundar los principios básicos de la mística que luego se configuraría como cuerpo espiritual de la iglesia católica, según el libro obras completas de San Bernardo.
La Virgen María, fue elegida por Dios para ser la madre de Cristo. Su determinación la hizo una mujer fuerte y poderosa reconocida por el fuerte amor que tuvo a su hijo.
La misión de María es la de ayudar a todas las personas, pues en el momento en que Jesús estuvo colgado en la cruz, se convirtió en la madre de todos, según el portal de Dios.
Es por esto que orarle a la Virgen María para la protección de los hogares es algo muy común, pues ella como la madre de todos en el mundo velará siempre por el bienestar de todos sus hijos.
Su cuerpo y alma se dirigieron al cielo. Foto:iStock
Oración de San Bernardo a la Virgen María
Salve Reina de misericordia, Señora del mundo, Reina del cielo, Virgen de las vírgenes, Sancta Sánctorum, luz de los ciegos, gloria de los justos, perdón de los pecadores, reparación de los desesperados, fortaleza de los lánguidos, salud del orbe, espejo de toda pureza.
Haga tu piedad que el mundo conozca y experimente aquella gracia que tú hallaste ante el Señor, obteniendo con tus santos ruegos perdón para los pecadores, medicina para los enfermos, fortaleza para los pusilánimes, consuelo para los afligidos, auxilio para los que peligran.
Por ti tengamos fácil a tu Hijo, oh bendita y llena de gracia, madre de la vida y de nuestra salud, para que por ti nos reciba el que por ti se nos dio. Excuse ante tus ojos tu pureza las culpas de nuestra naturaleza corrompida: obtengamos tu humildad tan grata a Dios el perdón de nuestra vanidad. Encubra tu inagotable caridad la muchedumbre de nuestros pecados: y tu gloriosa fecundidad nos conceda abundancia de merecimientos.
Oh Señora nuestra, Mediadora nuestra, y Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo, recomiéndanos a tu Hijo, preséntanos a tu Hijo.
Haz, oh Bienaventurada, por la gracia que hallaste ante el Señor, por las prerrogativas que mereciste y por la misericordia que engendraste, que Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro, bendito por siempre y sobre todas las cosas, así como por tu medio se dignó hacerse participante de nuestra debilidad y miserias, así nos haga participantes también por tu intercesión de su gloria y felicidad.
Mi santísima Señora, Madre de Dios, llena de gracia, tú eres la gloria de nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes, la reina de todas las cosas después de la trinidad.
La mediadora del mundo después del mediador; tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, la llave que nos abre las puertas del paraíso, nuestra abogada, nuestra mediadora.
Mira mi fe, mira mis piadosos anhelos y acuérdate de tu misericordia y de tu poder. Madre de aquel, que es el único misericordioso y bueno, acoge mi alma en mi miseria y, por tu mediación, hazla digna de estar un día a la diestra de tu único Hijo.
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