Opinión

‘La vegetariana’

Una obra de la Nobel de literatura que va tomando rumbos siniestros y nos introduce en las oscuridades y luces del transitar humano.

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Es una novela extraña, literatura sin concesiones, donde el inconsciente es el telón de fondo que los lectores asumirán individualmente. Algunos saldrán espantados, otros correrán el riesgo hasta el final como lo hizo su autora, la surcoreana Han Kang, la reciente nobel de literatura. Hablo de La vegetariana, que cuando salió en su país, 2007, tuvo una precaria acogida, lo que nada tiene que ver con la cualidad literaria, pues ahora todo se mide en números, en ganancias. El arte va por otro lado: por el sendero intrincado de los misterios humanos. Solo en 2016, cuando fue traducida al inglés y ganó el Premio Booker Internacional, Han Kang asomó todo su cuerpo escritural.
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La protagonista, Yeonghye, habla muy poco, a veces lo hace a través de monólogos interiores, pero es en la voz de otras personas como nos acercamos a su vida silenciosa y delirante. En el primer capítulo habla su esposo, un hombre elemental, misógino y conformista, que la describe como un ser neutro: "No era ni muy alta ni muy baja... y vestía ropas sin color como si tuviera miedo de verse demasiado personal". La ruindad desborda la página cuando dice: "Si me casé con ella fue porque, así como no parecía tener ningún atractivo especial, tampoco parecía tener ningún defecto en particular". Luego de una pesadilla teñida de horror, donde Yeonghye come trozos de carne que manchan de sangre sus ropas y su humanidad, amanece vegetariana. 
La protagonista habla muy poco, a veces lo hace a través de monólogos interiores, pero es en la voz de otras personas que nos acercamos a su vida silenciosa y delirante. 
Allí su verdadera metamorfosis, recordando a Kafka. Su hermetismo se solidifica y la aísla más del mundo exterior. Es el argumento simple de La vegetariana, que luego va tomando rumbos siniestros y nos introduce en las oscuridades y luces del transitar humano. En la segunda parte habla su cuñado, un artista visual que tiene una explosiva relación erótica con ella, cuya mayor obsesión es una mancha mongólica y verduzca que tiene en el nacimiento del culo; por un azar fatal, Inhye, su esposa y hermana de Yeonghye, presencia la escena desde la penumbra: un detonante que enfatiza el drama. 
En la tercera parte la hermana visita a Yeonghye en un sanatorio mental diagnosticada de "anorexia nerviosa" y se halla sumergida en "una desolación absoluta". Quiere convertirse en un árbol. Dejará de pensar y hablar. Sus raíces se hundirán irremediablemente en la tierra. Su cuerpo y su espíritu ya no viven juntos, entonces todo se difumina en el sueño de la literatura.

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