Llega una etapa en la que los padres sienten afán y angustia para que su hijo camine. Ven que sus pequeños se ponen de pie y se alarman porque creen que ya deben dar su primer paso. Sin embargo, hay que respetar los procesos del pequeño e identificar cuál es el momento adecuado para que comience a caminar.
Primero, hay que saber que este es un proceso que el niño puede desarrollar por sus propios medios, y que no debe ser presionado, pues se podrían ocasionar efectos adversos. Luis Eduardo Rueda Fonseca, jefe de ortopedia del Instituto de Ortopedia Infantil Roosevelt, explica: “La mecánica de los inferiores aún no está preparada para recibir toda la carga del cuerpo; en algunos casos hemos observado fracturas de fémur por un mecanismo llamado imputación, que es la falla del hueso al soportar las cargas”.
En otros casos, dice Astrid Medina, ortopedista infantil de la Fundación Cardioinfantil, pararse antes de tiempo puede causar deformidad en las piernas (paréntesis o cazcorvos). Eso no quiere decir que los niños queden con esta condición, pues se modifica sola, pero sí la desarrollan y demoran más tiempo en corregirla.
El proceso natural
Aunque sienta que el bebé quiere ponerse de pie, debe entender que no es solo cuestión de una capacidad física, sino neurológica, y para que comience a dar sus primeros pasos el niño debe ir ‘quemando’ varias etapas.
Como explica la doctora Medina, “no se puede obligar a que el niño marche, poniéndolo a que sus piernas se muevan una delante de la otra. Para que esto suceda necesitan el control neurológico, que es el que le va a dar la coordinación, que a su vez va a lograr que tenga alternancia al caminar”.
En este sentido, cada niño cumple las etapas a su ritmo. Es decir, no todos deben caminar a los 12 meses; hay unos que caminan a los 13, otros a los 15 y otros a los 16 meses. Lo que se debe tener en cuenta es que cada uno tenga un proceso y que, al final, consiga la marcha.
(Puedes leer: ¿Qué hacer cuando el niño comienza a caminar?)Este paso a paso incluye el control cefálico o sostén de la cabeza, que se logra alrededor de los 2 o 4 meses.Luego viene su capacidad para girar hacia un lado y hacia el otro, a los seis meses, y sentarse con ayuda y posteriormente sin ella, más o menos a los 7 u 8 meses, cuando tienen un adecuado equilibrio del tronco. Después el bebé –agrega la ortopedista–, aproximadamente a los 9 o 10 meses, puede comenzar a gatear, después de lo cual ya comienza a levantarse solito, agarrado de las barandas de la cuna para caminar hacia los lados y, finalmente, con ayuda del adulto, a dar pasos hacia delante.
Pero “entre sentarse y caminar pueden pasar tres o seis meses; eso depende de cada niño. Lo importante es que siga un proceso adecuado”, añade. El doctor Rueda indica que el inicio de la marcha se realiza entre los 9 y los 18 meses de edad, y que suele ser de aparición más temprana en las niñas que en los niños. Así las cosas, la marcha antes de los 9 meses de edad no es recomendada.
El consejo final es no angustiarse. Cada niño tiene su desarrollo. Lo relevante es establecer controles médicos oportunos, para monitorear el desarrollo neurológico o verificar alguna alteración adicional que pueda afectar su marcha en el futuro. Además, es pertinente evitar ‘consejos’ de terceros fundamentados en tradiciones orales familiares, que podrían llegar a ser dañinos para el niño.
Un reflejo normal
El afán de los papás por que el niño camine radica en que este no quiere permanecer sentado y hace fuerza con las piernas para pararse, o porque lo logra con ayuda del adulto o de un objeto. Quizá estas acciones confundan, pues no es que esté listo para caminar, sino que es parte de un proceso de entrenamiento natural: “Es un reflejo normal de los niños, y si lo hacen por sus propios medios no hay problema, es un entrenamiento biomecánico de sus piernas para la marcha y la posición en pie; pero no debe presionarse”.
Incluso hay otro reflejo: la marcha automática, en la que “si lo pones de pie a los dos o tres meses, dará un paso delante del otro; esto no es caminar, sino un reflejo neurológico que luego desaparece”, dice Astrid Medina.
Y aunque los primeros pasos son un adelanto crucial en el desarrollo motor del bebé, los padres deben tener claro que en ese momento el pequeño no requiere una valoración especial del ortopedista, teniendo en cuenta que ha tenido controles previos con el pediatra, quien de haber encontrado alguna alteración, lo habría remitido previamente al especialista.
(Te puede interesar: Los padres deben estimular los primeros pasos del niño) La actitud de los padres es fundamental porque ellos deben generar seguridad e independencia, pues este proceso implica un gran reto a nivel emocional. Claro, sin olvidar que obedece también al desarrollo sensoriomotor, pues el bebé calculará distancias, empujará objetos que se atraviesen en su camino y recogerá otros que le llamen la atención. Así que, cuanta mayor tranquilidad transmitan los padres, más sencillo será para el niño.
¿Y los caminadores?
En relación con el uso de caminadores y el desarrollo del niño, hay algunas teorías que sugieren que puede generar algún retardo en el desarrollo motor, pero no está del todo comprobado; en todo caso, no se recomienda su uso antes de los 9 meses de edad y, de ser posible, no antes del proceso de gateo, recomienda el doctor Luis Eduardo Rueda.
Por su parte, la ortopedista Medina señala que, aunque no es cierto que los caminadores dañen las piernas, con estos aparatos los niños siempre caminan en punta, “un reflejo que aparece después de los 6 meses, que es normal y debe quitarse de manera espontánea y natural. Si lo para en el caminador, el niño nunca se va a parar en la planta del pie, sino en la punta. Y esa caminada hace que ese reflejo no sea abolido, sino que permanezca y que cuando le quites el caminador se demore más en poner el talón”.
Ejercicios favorables - Deje al bebé apoyado en una cama o en un mueble y llámelo, mostrándole su juguete preferido. A medida que vaya avanzando, apláudalo y anímelo.
- Ayúdelo a dar pasos hacia adelante. Los padres pueden hacerlo si se sitúan detrás de él, le sujetan las manos y las empujan ligeramente hacia delante: el niño empezará a dar pasos. Poco a poco, vaya disminuyendo la ayuda.
- Ubíquelo al lado de un asiento de unos 20 centímetros de altura y ofrézcale un juguete y déjelo sobre la silla, de manera que solo pueda alcanzarlo poniéndose de pie. Una vez que gatee hacia el banco, aprenderá a apoyarse en él.
- Enseñe al niño a abrir un cajón con juguetes y que esté a su altura; eso sí, con topes para evitar accidentes. El niño intentará ponerse de pie.
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