En el marco de la celebración del día Latinoamericano de la Prevención de las Quemaduras Infantiles, ABC del Bebé quiere hacer un llamado al cuidado extremo que debes tener con los pequeños en casa, el jardín, un paseo o cualquier sitio donde puedan estar expuesto a cualquier peligro relacionado con el fuego, elementos inflamables o la exposición extrema al sol.
Si tu niño no está constantemente acompañado o bajo la supervisión de un adulto, es muy factible que sucedan leves o delicados accidentes, que van desde una simple caída hasta una dolorosa quemadura. Y es que en casa, con los niños, el cuidado debe exagerarse, pues elementos como estufas, agua caliente, líquidos inflamables, la llama de una vela u otros objetos pueden hacerte pasar un momento muy desagradable.
No solo elementos como estos ponen en riesgo la integridad y salud de tu pequeño, sino también el astro rey: el sol es una causa poderosa de quemaduras y malestar en la piel. Si bien los rayos solares generan bienestar y son imprescindibles para la vida, al permitir la absorción de las vitaminas A y D, si no tomas precauciones, el sol puede afectar seriamente la salud de la piel.
El espectro solar está formado por tres tipos de radiaciones que llegan a la piel: los rayos ultravioleta (5 %), luz visible (45 %) y los rayos infrarrojos (50 %). A su vez, los rayos ultravioleta se dividen en tres tipos: UVA, UVB y UVC.
Los UVA son los responsables del bronceado, del fotoenvejecimiento cutáneo y del daño ocular, ya que penetran en la piel más profundamente. Los UVB, por su parte, son los más peligrosos, pues provocan quemaduras solares y se puede llegar a graves afectaciones como el cáncer de piel.
También se puede dar la insolación, que es la exposición prolongada a elevadas temperaturas y cuyos síntomas son fiebre, escalofrío, calambres, dolor de cabeza, dificultad para respirar y signos de deshidratación como ojos hundidos y sin lágrimas; boca, lengua y piel secas, y poca orina.
Estudios demuestran que entre el 50 y el 80 por ciento de la exposición total a los rayos ultravioleta ocurre antes de los 18 años, y a partir de esa edad, la piel se fortalece y además, las personas toman conciencia del cuidado de la piel, en especial del rostro y la afectación es menos probable por el uso de protectores y bloqueadores solares.
En tal caso aes oportuno decir que la piel ‘tiene memoria’ de toda la radiación que ha recibido durante los primeros años de vida y guarda ese ‘daño’ y con los años, esto puede manifestarse. Igualmente debemos decir que los niños que padecen quemaduras severas de sol, tienen el doble de posibilidades de contraer cáncer de piel cuando sean adultos. Por ello es oportuno prevenir desde edad temprana, lo cual te lo puede guiar un dermatólogo infantil.
Los niños de piel clara, rubios, pelirrojos o con pecas son más sensibles a los rayos solares, por lo que deben utilizar cremas y protectores solares con alta protección, que les prevengan de quemaduras, e incluso del cáncer de piel.
Lo que los expertos recomiendan es que a los bebés, después de los seis meses, se les aplique protector solar para niños, eso sí bajo prescripción médica, pero nunca auto medicándolo. Pero, ¿cómo saber cuál es el protector adecuado para mi pequeño?
Lo primero que debes hacer es asegurarte que proteja a tu niño de los peligrosos rayos UVA, pero pregúntele al pediatra cuál es el apropiado para él. Una vez lo adquieras, haz una prueba de tolerancia en la muñeca del niño antes de aplicarlo en todo el cuerpo.
Los dermatólogos pediatras indican que a los niños se les debe aplicar una crema o gel con factor de protección (SPF) entre 20 y 30, pues son los que bloquean los rayos UVA y UVB. Aplícalo, unos 30 minutos antes de exponer a tu niño al sol. Repite la operación cada 40 minutos, sobre todo si va a pasar mucho tiempo en el agua.
Desde que inicies la rutina de aplicar el protector solar no debes dejar de hacerlo, incluso si es para enfrentar días nublados o lluviosos. Además, ten en cuenta que entre las 12 y 4 de la tarde, los rayos solares son más perjudiciales por su intensidad y la ubicación misma del sol sobre la tierra.
Si tu hijo se ha expuesto al sol por largas horas y, además presenta síntomas de insolación como fiebre, escalofríos, náuseas, vómito o sensación de desmayo; mareos, delirio o diarrea, alteraciones visuales, dolor de ojos y sensibilidad a la luz; pulso rápido, sed exagerada, ojos hundidos, piel pálida, fría o húmeda y ampollas grandes y dolorosas, debes consultar de inmediato con el pediatra o un médico.