Es un proceso que requiere tiempo y que se irá desarrollando dependiendo de las capacidad de cada pequeño, pues todos los niños no aprenden a caminar al mismo tiempo.
“Un niño sano no necesita que se le enseñe a caminar, así como tampoco necesita que alguien le muestre cómo se sostiene la cabeza, cómo sentarse o, más adelante en la vida, cómo correr, puesto que aprender a caminar está genéticamente codificado y es un logro del desarrollo motor del niño que se da en el momento en que los sistemas neurológico, muscular y esquelético están preparados para ello”, sostiene el ortopedista pediátrico José Luis Duplat.
Cuando estas condiciones empiezan a darse, aproximadamente hacia el primero año de edad, es indispensable que quienes acompañan al niño en el desarrollo de este proceso lo estimulen y procuren no entorpecer el inicio de la marcha en ninguna medida.
Grandes recomendaciones
Todo un proceso. Los ‘solitos’, así llamados por las madres cuando ven a sus pequeños dar unos cuantos pasos sin la ayuda de los adultos, son la primera muestra que dan los bebés en su intento y deseo por caminar. Y si bien, estos adelantos pueden emocionar a los padres, deben tener muy presente que este proceso no se puede acelerar de ninguna manera, sino que es paulatino y requiere tiempo.
Según explica la sicóloga infantil María Isabel Guerrero, este proceso se ha iniciado desde el mismo momento del nacimiento del bebé. Así que para dar los primeros pasos y continuar con la adquisición de la marcha no se requiere nada distinto ni adicional a lo que los padres han venido haciendo con el niño. “Basta con los estímulos de los adultos para facilitar los procesos de movimiento, que empiezan con el sostenimiento de la cabeza y del tronco y que van aumentando con los giros, el hecho de sentarse y el arrastre, que posteriormente se convierte en gateo y que luego les permite ponerse de pie y adquirir la marcha”, dice la sicóloga infantil.
- No hay afán. Los padres deben evitar preocuparse demasiado por la edad de inicio de la marcha, pues cuando se demora, tienden a asociarla con deficiencias neurológicas o del desarrollo osteoarticular. Sin embargo, el ortopedista pediátrico Héctor Gómez Páez sostiene que esta varía mucho y el rango es muy amplio, “va desde los 8 hasta los 18 meses. Además, intervienen múltiples factores; principalmente, la necesidad que sienta el bebé de empezar a caminar, la sobreprotección de los padres y la seguridad que ellos le infundan”.
- Marcha inmadura. Cuando los niños comienzan a dar los primeros pasos, los padres deben tener muy presente que la forma como caminan sus pequeños hijos es muy diferente a la manera como lo hace un adulto. En ese sentido, el doctor Duplat explica que “es perfectamente normal que en ese momento algunos niños caminen ocasionalmente en las puntas de los pies, que los pies no apunten al frente, sino hacia adentro o hacia fuera, que los pasos sean cortos e irregulares, que no sean capaces de caminar en línea recta, que se caigan con facilidad y que los brazos estén en alto y separados del cuerpo. Un niño sólo camina de una manera realmente parecida a la del adulto cuando alcanza los tres y medio años de edad”.
- No siempre es necesario consultar. Los especialistas coinciden en que no es necesario que todos los niños visiten al médico cuando empiezan a dar los primeros pasos, pues teniendo en cuenta que el niño de esa edad ha tenido controles pediátricos, lo más probable es que si el médico tratante hubiera encontrado alguna alteración, lo habría remitido al ortopedista previamente.
Sin embargo, el doctor Duplat comenta que los padres perciben la denominada ‘marcha inmadura’ como un síntoma de anormalidad. Lo cual hace que consulten frecuentemente. Aun así, hay que aclarar que los motivos que sí ameritan una consulta médica son los retrasos para sostener la cabeza, gatear y caminar, este último aspecto, cuando después de los 18 meses no se ha dado ningún avance en el proceso de la adquisición de la marcha o cuando a esta edad todavía caminan en la punta de los pies. Igualmente, requiere valoración médica un niño que pierde destrezas que ya había adquirido previamente o que se cae con más frecuencia que sus compañeros y pares de la misma edad.
Evite a toda costa
Como ya se ha visto, no hay técnicas para que el niño aprenda a caminar; en cambio, sí hay que evitar algunas circunstancias que retrasan el proceso, como:
- Sobreproteger. Guerrero sostiene que la actitud de los padres es fundamental, porque ellos deben “generar seguridad e independencia, pues este proceso implica un gran reto a nivel emocional. Claro, sin olvidar que obedece también al desarrollo sensorio-motor, pues el bebé calculará distancias, empujará objetos que se atraviesen en su camino y recogerá otros que le llamen la atención. Así que, entre mayor tranquilidad transmitan los padres, más sencillo será para el niño”.
Por ejemplo, aquellos padres que sobreprotegen a sus hijos y no les permiten estar en el piso porque se golpean o ensucian, les producirán temores y frustraciones frente a procesos que deberían ser naturales y tranquilos. Por eso, es preferible que les provean espacios seguros donde puedan explorar libremente, aunque, evitando caídas por escaleras, esquinas puntiagudas y espacios riesgosos.
- Cargarlos todo el día. Los niños excesivamente mimados, que pasan buena parte del tiempo cargados, no tienen oportunidad de desarrollar a tiempo las destrezas que les permitirán caminar. Por eso —dice Duplat—, es recomendable que los niños pasen algunas horas del día en el suelo, con espacio para moverse y con juguetes en su entorno que los motiven a desplazarse.
- Vestirlos inapropiadamente. En las niñas, el deseo, por demás comprensible, que tienen muchas madres, tías o abuelas de verlas vestidas como ‘muñecas’, puede retrasar el inicio del aprendizaje del caminado. Esto, teniendo en cuenta que los vestidos y faldas entorpecen o impiden el gateo y la adquisición de la marcha. Las niñas y niños, como
en cualquier otra etapa de su vida, necesitan ropa cómoda para caminar.
La posición W
Durante este periodo, es posible que los niños adquieran un hábito que si se perpetúa puede hacer que la marcha no sea normal. Se trata de evitar que el bebé se siente en posición de W; es decir, mirándolo desde arriba, el adulto podrá ver que el niño se encuentra arrodillado, con la colita entre los pies y sobre el piso, y las piernas abiertas hacia afuera. “Esto puede hacer que más tarde caminen con las puntas de los pies hacia adentro y se desalineen sus piernas”, dice el doctor Gómez.
- Calzado
Con respecto al calzado, no hay ninguno que sea especialmente recomendable. Todo lo que el niño necesita son zapatos cómodos, antideslizantes, flexibles y livianos, pues de ser muy pesados pueden hacer difícil dar los primeros pasos.
Por Melissa Serrato Ramírez
Redactora ABC del bebé