Al tiempo que una de las mayores preocupaciones de los padres, como se evidencia en las consultas pediátricas, es que los hijos no comen bien, las familias se ven sometidas a un bombardeo de productos comerciales que se venden como la gran solución a todo el problema de apetito de sus niños.
La pediatra nutrióloga Catalina Bagés, docente de la Universidad El Bosque, advierte que los complementos nutricionales, o suplementos dietéticos, deben ser usados con cuidado, solo cuando hay condiciones que alteran salud y ponen en riesgo nutricional a los niños.
“Tempranamente dichos riesgos deben ser detectados por el personal de salud, que son quienes toman la decisión sobre el producto, la cantidad y el tiempo que se consume, pero no es algo que debe decidir la mamá, porque hacerlo sin conocimiento puede tener serias consecuencias en la salud del menor”, asegura Bagés.
De acuerdo con la pediatra nutrióloga, los suplementos y complementos están hechos para los requerimientos nutricionales, cuando hay una alimentación insuficiente, pero no están pensados para interferir con la alimentación habitual del niño.
Es decir, según Bagés, muchas mamás angustiadas porque creen que su hijo no come bien, ven una publicidad que les dice que si el niño no almuerza le ofrezca determinado producto, y pueden terminar haciendo caso al comercial sin saber que “un complemento no está hecho para reemplazar ninguna de las comidas principales”.
El consumidor tampoco sabe, generalmente, que hay diferencias médicas y nutricionales entre los complementos que lo tienen todo (vitaminas, minerales, proteínas, etc.) y los módulos fabricados con especificidades, ya sea con vitaminas o proteínas. Solo un profesional de salud sabrá si el niño necesita algo más y exactamente qué.
Cuando un niño va a consulta se debe estudiar su historia clínica completa para determinar cómo está comiendo. Se evalúa peso y talla para asegurar que está acorde con los estándares de crecimiento y, tras haber revisado los hábitos de alimentación, se toma la decisión de recomendarlo o no, casi siempre, cuando haya pasado el primer año de vida.
“Cuando es un niño que tiene malos hábitos y come paquetes, pizza, hamburguesas, además no recibe frutas ni verduras, y la mamá le compra un suplemento o complemento por iniciativa propia, fácilmente puede caer en sobrepeso u obesidad, además de un déficit de otros nutrientes, porque es difícil que mejore sus hábitos. La idea es que al conocer la dieta y saber cómo va el desarrollo del niño se aconseje exactamente lo que se necesita, un vaso, dos o tres y determinada consistencia”, advierte la experta.
La nutricionista aclara que no es que los suplementos o complementos no tengan las condiciones básicas para salir al mercado, sino que deben ser istrados con supervisión médica. Pueden cumplir con las características para estar en venta, pero la información sobre el uso es del especialista.
“Lamentablemente el etiquetado nacional no tiene muy buena legislación. Existen campañas para leer etiquetado, pero no hay una explicación en términos sencillos, y muy pocos se toman el trabajo de investigar. Si la comunidad no tiene el conocimiento claro que abusar de este tipo de productos trae consecuencias, las va a tener porque eso no lo dice la propaganda”, asegura.
Cuándo sí:
Los suplementos de vitaminas son necesarios cuando se comprueba una deficiencia, y el pediatra puede aconsejar el más apropiado para cada caso.
Si el niño está recibiendo un tratamiento vitamínico porque lo necesita, y no se da en forma apropiada, no se ven los resultados positivos esperados.
Cuándo no:
Usar un producto nutricional completo en un paciente que ya tiene malos hábitos de alimentación, como comida 'chatarra', va a llevar a sobrepeso u obesidad.
Los niños, si están bien alimentados, con una alimentación balanceada, no necesitan suplementos nutricionales de ningún tipo. Eso quiere decir que está recibiendo todos los nutrientes que requieren y no tiene sentido darles un suplemento.
El uso excesivo de suplementos de vitaminas podría ser tóxico y tener efectos nocivos para su salud, en algunos casos similares a los efectos de algunas deficiencias nutricionales.
Si se le ofrecen al niño vitaminas A, D y E adicionales, el cuerpo las almacena y pueden producirle toxicidad. Consumir más vitamina A de la que el infante necesita puede afectar el hígado.